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HOMILÉTICA PARA JOVENES PREDICADORES (LECCIÓN I)

Índice

 Por: Jorge E. Pino Valenzuela, Pastor Evangelista.

“La exposición de tus palabras alumbra;  Hace entender a los simples.”(Salmo 119:130 RV60)

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 INTRODUCCIÓN

La homilética es tanto una ciencia como un arte. Es el arte y la ciencia de predicar con el objeto de comunicar el mensaje que la Palabra de Dios nos enseña. Dentro de este ámbito de estudio aprenderemos en el curso temas tan transcendentales:

•  Cómo se debe organizar el material para una correcta exposición

• Cómo preparar el bosquejo

• Cómo predicar efectivamente

• Cómo decir las verdades bíblicas de una manera clara y concreta

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El buen deseo de testificar de las verdades del Evangelio, la misma vida de fe o el fervor religioso, siendo características indispensables para la predicación eficaz, no son suficientes. Es necesario presentar las
verdades evangélicas, sobre todo a los nuevos oyentes, de un modo claro y concreto, que persuada sin fatigar las mentes. Para ello se necesita orden, disposición y clara enunciación de la conversación o predicación que haga a la persona interesada en el evangelio.

Es cierto que el Espíritu Santo realiza su obra de salvación en sermones (a veces muy deficientes, carentes de lógica y débiles en argumentación) y que muchos han sido ganados después de sermones con tales características. Pero, sin duda, una exposición clara, ordenada y correcta. 

(También te invito a leer: La Tarea del Intérprete Bíblico y la diferencia entre Texto y Evento)

El que Dios utilice este tipo de sermón homiléticamente incorrecto no es, sin embargo, motivo alguno para menospreciar el arte de la Homilética, pues la preparación de sermones es un verdadero arte que requiere estudio y  mucho adiestramiento, con la particularidad de que, por moverse en la más alta esfera de la vida humana, merece más que cualquier otro arte tal trabajo y esfuerzo.

(También puedes leer: La Hermenéutica Bíblica, Una Necesidad)

El otro extremo también debe ser evitado. Confeccionar un correcto bosquejo o predicación no es suficiente si carecemos de la presencia del Espíritu de Dios en nuestras vidas. El fuego de la pasión por Dios, de su presencia no necesariamente se expresa con nuestras gestos y gritos, yo le llamo a usted a que reciba de aquella unción de lo Alto, que da a la predicación ese “no sé qué”, que no se adquiere por medios humanos, sino que demuestra al oyente que el mensaje tiene su origen en el Dios vivo. Sin duda, cuando la palabra de Dios es predicada con unción, es Dios mismo quien se revela al corazón del oyente. Si logra este equilibrio, podrá ver el fruto hermoso de su predicación.

Hace unos días conversaba con un hermano que tiene descuidado el poder preparar sus predicaciones, “confiando” imprudentemente en “inspiración divina”. Le aseguro que con frecuencia no tiene un mensaje hilado para entregar al pueblo de Dios, y muchas veces su predicación termina cansando a los oyentes. Es importante entender que el Espíritu de Dios “nos recordará” lo que ya nosotros hemos aprendido… de ninguna manera piense que Dios galardonará a quienes son holgazanes en su búsqueda. No mal entienda lo que digo, el otro extremo es aquel que piensa que sus bosquejos son tan importantes que no busca la presencia de Dios. Quien así piense se dará cuenta que sus mensajes no llegan al corazón
de las personas, y de lo infructífero que es olvidarse del Dios de la Palabra.

Conocido lo anterior… comencemos con el estudio de esta herramienta tan útil.

HOMILETICA PARA JOVENES PREDICADORES

I)          EL TEMA DEL SERMON

No se puede avanzar en la confección del bosquejo del sermón, sin antes hacer una pregunta fundamental… es el génesis de todo lo que continuará, por lo tanto, si no puedes contestar esta pregunta, te recomiendo no seguir adelante hasta hallar la respuesta: ¿De qué voy a hablar?.

¡Sencilla pero crucial!, todo lo demás se complica si no sabes la respuesta a esta pregunta. Además, la respuesta no puede ser a “la rápida”… es al Pueblo de Dios, o bien a Almas que rescatar a quienes presentaremos el Mensaje de Dios… (piensa un momento en esos puntos).

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Además, no debes por ningún motivo escoger un mensaje por “bonito que parezca”, ni por lo “rimbombante” que suene, sino que el tema debe ser efectivamente lo que el sermón persigue.

Una vez que respondas la primera pregunta, debemos responder inmediatamente una segunda: ¿Por qué voy a hablar este tema?. El fin deseado debe ser claro. Y esto es muy importante, porque determinará QUE VOY A INCLUIR, y QUE VOY A EXCLUIR… creo que a más de uno nos ha pasado que no hemos entendido cual ha sido el punto principal de algunos predicadores que han mezclado tantas cosas, y sólo
hemos respondido “que grandes misterios de Dios son estos… nadie los puede entender”. (Es broma… pero no debiéramos quedar nulos en el entendimiento de un mensaje).

El tema no sólo ha de abarcar o incluir lo que se va a decir, sino que ha de excluir todo lo que no tenga que ver con el mensaje.

(También puedes leer: Finalidad de la Revelación Bíblica)

II)       SIETE CONSEJOS PARA ENCONTRAR UN TEMA

SIEMPRE… el mensaje debe venir como inspiración de Dios, por lo tanto, SIEMPRE el mensaje ha de venir precedido de oración, aunque no debes esperar a que aparezca un arcángel entregando en tablas de oro la Palabra que debes predicar el próximo día de reunión… sino que debes TRABAJAR en la búsqueda de diferentes maneras. 

Permíteme citar al célebre predicador que marcó un gran avance en la predicación y homilética: Spurgeon: “Confieso que me siento muchas veces, hora tras hora, pidiendo a Dios un asunto, y esperándolo, y que esto es la parte principal de mi estudio. He empleado mucho tiempo y trabajo ensando sobre tópicos, rumiando puntos doctrinales, haciendo esqueletos de sermones, y después sepultando todos sus huesos en las catacumbas del olvido, continuando mi navegación a grandes distancias sobre aguas tempestuosas hasta ver las luces de un faro para poder dirigirme al puerto
suspirado. 

Yo creo que casi todos los sábados formo suficientes esqueletos de sermones para abastecerme por un mes, si pudiera hacer uso de ellos; pero no me atrevo, ni suelo hacerlo. Naturalmente, porque no da lugar a ello el hallazgo de otros mejores.”

Destaqué palabras y frases que me parecieron dignas de reconsiderar. Sin añadir más a esto, veamos algunas formas en que he encontrado inspiración para temas:

1) Medite sobre lo que están pasando los hermanos en la Iglesia.

Déjeme primero hacerle una advertencia. Es peligroso dirigir su mensaje a una persona o familia o situación específica. Si usted desea decirle algo a un hermano, diríjase a él y dígaselo… no use el púlpito para esto, dado que es el lugar de donde sale el alimento para TODOS los oyentes y no sólo para una persona en particular.

Además, sacrificar el mensaje con este fin le traerá más de un dolor de cabeza: Usted se estará arriesgando además, a que sus insinuaciones sean descubiertas tanto por la membrecía, como por el mismo aludido, quienes se ofenderían con justificada razón por la falta de tacto, y el poco poder de “filtración” que tiene el predicador. Sin embargo, si usted considera que la membrecía carece de algún valor, y necesita una exhortación real: hágala sin termo, dado que usted tiene la responsabilidad ante Dios como su siervo.

Me permito nuevamente citar a Spurgeon, en su libro “Discursos a mis estudiantes” dijo: “Considerad bien qué pecados se encuentran en mayor número en la iglesia y la congregación. Ved si son la vanidad humana, la codicia, la falta de amor fraternal, la calumnia u otros defectos semejantes. Tomad en cuenta cariñosamente las pruebas que la Providencia plazca sujetar a vuestros oyentes, y buscad un bálsamo que pueda cicatrizar sus heridas. No es necesario hacer mención detalladamente, ni en la oración ni en el sermón, de todas estas dificultades con que luchen los miembros de vuestra congregación.»

No haga que la predicación sea “meter la mano y hacer más profunda la herida”, sino que sea un bálsamo que cure sus heridas con VERDAD, pero también con MISERICORDIA… nunca se deben despegar estas dos cualidades de nuestros púlpitos… ¡Dios hará el resto!

2) Lea la biblia.

¿Qué por qué pongo esta sugerencia?… bueno, la experiencia me ha enseñado que algunos predicadores ¡NUNCA LEEN LA BIBLIA! Quien pretenda alimentar a los demás, pero está a “dieta espiritual” está incurriendo en una falta. No estoy en contra de escuchar otros mensajes de otros predicadores, ni en dejar de leer libros o sermones (yo leo mucho y de todo), pero usted NO DEBE reemplazar la lectura de la Palabra de Dios por INTERNET, o por cualquier otro medio… instrúyase, lea, coteje. Pero NUNCA deje de leer su biblia y sacar lecciones propias de ella para su vida.

La lectura devocional diaria, personal o en familia, le proporcionará temas y le hará descubrir perlas de riqueza espiritual en lugares insospechados. Anote cuidadosamente las ideas que surjan en tales
momentos.

3) Lea a otros predicadores.

Ya sé, muchos no estarán de acuerdo con esto… pero no estoy diciendo COPIE TEXTUALMENTE LO QUE DICEN OTROS PREDICADORES… sino que léalos, medite en esas predicaciones, y saque las propias. Usted NO DESCUBRIRÁ nuevas formas de presentar el mensaje, así que porque no encontrar la gran cantidad de buenos ejemplos que ya hay. 

Tampoco el otro extremo es correcto, no debe sacar alimento de otras despensas para alimentar a su propia familia. (Me entiende verdad?) Ambos extremos son malos. No lea solamente cuando esté en aprietos, hágase un buen hábito de lectura. Semanalmente estoy leyendo cerca de 300 páginas de diferentes temas… no se consigue rápidamente crear el hábito, pero una vez formado se vuelve una necesidad.

Si usted no tiene hábito de lectura, y sólo lee cuando le “toque predicar”, entonces, es muy probable que no encuentre nada adecuado y tenga que improvisar, un mal consejero que debemos desechar de nuestros púlpitos, con su improvisación reiterada lo que hace es sacrificar el esfuerzo de aquellos que llegaron buscando una palabra fresca, un aliento de parte de Dios… (allí va de nuevo la preguntita…) “Pero pastor Jorge, Dios puede suplir en ese momento”… Claro!!! Pero ¿Qué estará pensando Dios de usted en ese momento?. Dios no premia a los holgazanes. 

Además mi querido joven, los mejores mensajes, son aquellos que hemos vivido nosotros mismos y hemos sacado el provecho necesario de ellos. Anote las buenas ideas de otros predicadores y viva su propia predicación antes de entregar el sermón.

Hace un buen rato ando constantemente con un cuadernillo y un lápiz para anotar cualquier frase que me inspire, en último caso lo he puesto en Twitter o Facebook, para después no olvidarla. Si aprovecha de buena manera a otros maestros y predicadores, luego tendrá un gran arsenal para abastecerse de mensajes.

4) Visite a las personas con necesidad.

Muchas veces la conversación con personas no convertidas, o con miembros necesitados de la Iglesia, hacen sentir al predicador alguna necesidad espiritual común a muchos de sus oyentes.  Y en la conversación ha salido una palabra de aliento para tal situación… no se olvide de ella, puede ser un buen comienzo para un mensaje. Además predíquela con autoridad, lo cierto es que Dios le entregó esa palabra y puede ser de gran provecho para sus oyentes.

5) Medite en su entorno.

Por allí una hermana puso en mi muro de Facebook “usted saca de todo una idea para asociarlo al evangelio” (no me acuerdo que sea textual, pero eso quiso decir). Debemos ser observadores. Observar la naturaleza y las cosas, personas y situaciones que nos rodean. Todo lo que ve o escucha debe archivarlo en su memoria, le puede ayudar y ser útil como ilustraciones de las verdades bíblicas. Incluso, a partir de una ilustración puede conseguir inspiración para un buen sermón…

Es necesario, no obstante, que los sermones surgidos de tales observaciones prácticas sean verdaderos sermones, llevando un plan y un mensaje espiritual, y no una larga y detallada exposición del incidente
que, no puede interesar mucho al predicador, pero en nada tal vez a los que no han sido afectados por la idea o sugerencia, la cual debe ser puesta solamente como introducción, pero no ocupar el lugar del sermón.

6) La oración eficaz del justo puede…

Claro… si usted me pregunta, ¿De dónde saca sus primeras ideas?… pues déjeme contarle que soy un super/extra/mega/archi orador… pero claro, no me creerá, y tiene razón, tal cual como a todos, me cuesta orar… todos los días es una guerra que tengo que ganar paso a paso. Sin embargo, estoy convencido que la oración es la más importante de las comunicaciones que deben tener los hijos de Dios con su Padre amoroso.

Por eso, he destinado (y fue muy gradualmente) a orar por lo menos 30 minutos TODOS LOS DIAS, sin faltar ninguno de ellos. Sé que muchos de ustedes son mejores oradores que yo, por lo cual se les hará fácil el entrar en oración para pedirle a Dios que le muestre el mensaje, pero si usted es de aquellos que, como yo, deben esforzarse por entrar en oración, déjeme aprovechar de darle un consejo: Comience con 5 minutos, TODOS LOS DIAS, y así, a medida que avance se dará cuenta que efectivamente puede ir de menos a más en cuanto a la oración.

Ahora, lo que nos convoca: si la dificultad de escoger un texto se hace más dura, ore más; será esto una gran bendición (de esas que cuestan, pero una gran bendición real). Es notoria la frase de Lutero: «Haber bien orado, es más de la mitad estudiado.»  

Mezcle constantemente el estudio de la Palabra con la comunión de la oración. Así cuando se de cuenta que la inspiración del sermón tiene un elemento único de relación con Dios, sentirá que el mensaje es aún más hermoso, con una unción diferente, y éste, déjame contarte, es uno de los secretos que me han hecho un amante de la predicación y exposición de la Palabra de Dios. Esto es desconocido por los predicadores sin unción, y de “ocasión”. Predicación sin unción es como escribir con un lápiz sin tinta… apréndete esa máxima. Y por último:

7) NO REPITA… NO REPITA… NO REPITA… etc.

Si ya ha predicado una vez, intente buscar un nuevo tema para entregar… no quiero decir que no puede repetir su sermón en diferentes lugares, pero digo que si ya ha pasado un tema, dele tiempo también a otros, alguna vez doctrina, alguna vez predicaciones motivacionales, algunas otras veces expositivas, otras temáticas, etc.

Nuevamente Spurgeon nos da una hermosa idea respecto a lo que quiero decir: «No sería provechoso insistir siempre en una sola doctrina, descuidando las demás. Quizás algunos de nuestros hermanos más profundos pueden ocuparse del mismo asunto en una serie de discursos, y puedan, volteando el calidoscopio, presentar nuevas formas de hermosura sin cambiar de asuntos; pero la mayoría de nosotros, siendo menos fecundos intelectualmente, tendremos mejor éxito si estudiamos el modo de
conseguir la variedad y de tratar de muchas clases de verdades. 

Me parece bien y necesario revisar con frecuencia la lista de mis sermones, para ver si en mi ministerio he dejado de presentar alguna doctrina importante, o de insistir en el cultivo de alguna gracia cristiana. Es provechoso preguntarnos a nosotros mismos si hemos tratado recientemente demasiado de la mera doctrina, o de la mera práctica, o si nos hemos ocupado excesivamente de lo experimental.»

III)    EL TEMA Y EL TEXTO

¿Debe elegirse primero el tema y después el texto, o viceversa?

No puede darse una respuesta definitiva o una regla inefable a esta pregunta. Ambos casos pueden darse, el predicador puede tener un tema ya definido, pensando en que debe ser predicado, y en esos casos, el tema es anterior al texto. Pero en ocasiones, como usted es un asiduo lector de la Palabra de Dios, el texto meditado de la Biblia será con seguridad el que preceda al tema.

¿Es difícil encontrar un texto para el sermón?. Yo creo que la dificultad radica, no en la falta de texto, sino que en la gran cantidad de textos que pueden surgir para un tema definido. Muchas veces el texto saltará
a la vista del predicador. Si el texto le ha llenado el corazón de una santa alegría, no debe buscar más… cuando el texto le cautiva puede estar cierto que ya tiene el texto necesario para su mensaje.  

IV)      DEFINA EL TEMA EN UNA FRASE

Si no tiene el tema aún definido claramente, haga el ejercicio de escribirlo en una frase, no a forma de título, sino de frase (luego le explicaré la diferencia). Si ya tiene el texto, y el tema, expréselo en palabras:

El tema es el resumen del texto y del sermón concretado en una corta sentencia.

Esto es importante porque de esa frase escrita saldrán todos los “huesos” del esqueleto de nuestro sermón, es como la columna vertebral del mensaje. Los diversos pensamientos que entrarán en el sermón
propiamente tal deben estar unidos a esta columna vertebral. Esto da una gran ventaja en todo punto a tratar. La frase debe ser el sermón en una línea. Mientras que el sermón debe ser la frase desarrollada.

Si tiene el tema claro, le ayudará a la unidad del discurso que entregue, evitará que se desvíe innecesariamente a otros puntos que nada tengan que ver con el mensaje expuesto, dará uniformidad en su mente, será como una “nota” que le ayudará a no extraviarse. El tema ayuda para dar intensidad y firmeza al sermón y mantener el discurso dentro de los límites razonables. Por esto es preferible tener el tema limitado y bien definido y no demasiado amplio.

Si no tiene tema, es como “golpear al aíre”, gastará energía y no tendrá ningún resultado.

Déjenme comentarles antes de continuar que los ejemplos que sacaré desde ahora en adelante corresponden a ejemplos de temas y títulos que estudié en el Seminario Abierto de Reina Valera, estos a su vez están tomados de un libro de Homilética perteneciente a Samuel Vila, por si desean profundizar luego en esta herramienta. Dios les bendiga!

  V.        EL TEMA Y  EL TITULO

Ya tenemos escogido el tema (el asunto de que tratará el mensaje que predicaremos), y lo hemos puesto en una frase lo suficientemente estudiada como para ser nuestra columna vertebral del sermón… BIEN POR ESO!!!!… (mmmm… creo que debí comentarles antes que sería bueno que a medida que avanzamos vayas haciendo un sermón para hacer la prueba).

Bueno, ahora demos un título al sermón (es una costumbre muy norteamericana, pero creo que el título puede servir en muchas oportunidades).

Muchos confunden el tema del sermón con el título, pero, aunque aparentemente no veas una diferencia, hay unas cuantas:

a) El título no es más que la puerta de entrada al tema.

b) El titulo tiene que ser muy breve. (Imagínese que yo ponga como título: “la gran gracia que Pablo enseñó a los Romanos desde el capítulo 1 al 8”, eso no es un título, es tema. Lo que yo podría poner como título es: “Maravillosa Gracia”, (me entiende, ¿verdad?). El título no contiene todos los pensamientos o las partes que el predicador desea tomar en cuenta en su tema.

c) Además, estamos acostumbrándonos a crear afiches (aunque pensando bien, yo nunca he aparecido en uno) donde se le dan títulos a los diferentes movimientos que estamos realizando en nuestras congregaciones y eventos. Esto se llama PUBLICIDAD. Y en tiempos donde abunda la publicidad, el título debe ser “chocante y atractivo”, despertar el interés de quien lo lee, intrigar a quien lo escuche.

Es importante en este punto recordarles que al formular el título no se aparte del asunto que quiere tratar. Por ejemplo si pongo el siguiente título “Hambre Ilícita” (Sí… usted sabe quien lo puso), no puedo hablar en mi sermón del robo que hacía Judas en la bolsa del tesoro. El título será motivo para llamar la atención, y no ser necesariamente la base del verdadero mensaje, y esto causará decepción en el asistente, y tal vez no le llame la atención volver a ser invitado a una de sus predicaciones. 

Tengo una nota que hice en el  seminario, es de un Teólogo llamado J.H. Jowett, él dice lo siguiente: «Tengo la convicción de que ningún sermón está en condiciones de ser escrito totalmente, y aún menos predicado, mientras no podamos expresar su tema en una sola oración gramatical breve, que sea a la vez vigorosa y tan clara como el cristal. Yo encuentro que la formulación de esa oración gramatical constituye la labor más difícil, más exigente y más fructífera de toda mi preparación. El hecho de obligarse uno a formular esa oración desechando cada palabra imprecisa, áspera o ambigua, disciplinando el pensamiento hasta encontrar los términos que definan el tema con escrupulosa exactitud, constituye uno de los factores más vitales y esenciales de la hechura del sermón. Y no creo que ningún sermón pueda
ser esbozado, ni predicado, mientras esa frase no haya surgido en la mente del predicador con la claridad de luna llena en noche despejada».

Existen hermanos que tienen una cualidad maravillosa de encontrar títulos excelentes, que son interesantes, breves y que den ganas de escuchar el sermón, que además no tienen la necesidad de “reinterpretarlos”, sino que de inmediato sabemos por dónde va el mensaje. Esto es un gran comienzo de la exposición del mensaje. Asesórese si no es bueno en esto, y si quiere ser bueno, practique.

Conviene que el tema o el título que se formule sea intrigante, de modo que despierte el deseo de conocer lo que se oculta detrás del mismo, o sea, a ver cómo lo desarrollará el predicador.

Por ejemplo, muchas películas o novelas seculares tienen grandes e intrigantes títulos que nos dejan prendidos de inmediato. Imitemos hasta cierto punto a “los hijos de este siglo” en sus “sagacidades”
dijo el Maestro, pero no caigamos en exageraciones innecesarias.

VI.        SEA CONCRETO… NADA DE “IRSE POR LAS RAMAS”

Los temas deben ser cortos, ya estamos claros en eso. Pero además deben ser claros y expresivos. Los temas largos hacen perder “la gracia y el atractivo”. Siempre consulto con mi esposa e hija mayor si les queda claro. Cuando ponen cara de estar conversando con un extraterrestre rápidamente comienzo a pensar en otro tema y otro título. A veces nuestros cercanos son los mejores críticos constructivos que podamos tener. No los deseche.

· Ya le di un ejemplo anteriormente, pero este es uno real: Cierto predicador anunció el siguiente tema “Las opiniones falsas que los hombres se forman acerca de los juicios de Dios permite sobre nuestros prójimos y las opiniones rectas que se deben formar sobre tales juicios”. Con el anuncio de tal tema, el predicador casi podía haberse ahorrado el sermón.

¿Qué debiera haber hecho el predicador?, por ejemplo titular el sermón como «El peligro de juicios erróneos»
. Esto habría sido mucho más acertado para este mismo asunto, porque este tema no detalla lo que el predicador va a decir, sino que despierta interés por saber lo que dirá.

· Otro ejemplo puede ser cuando el sermón es textual el tema debe ser tan dependiente del texto que ha de contener el principal pensamiento del mismo.

Ejemplo: Para Romanos 12:2 un buen título podría ser «Alistados contra lo que nos rodea».

EJERCICIO: Busque 5 textos en la Biblia (pueden ser pasajes cortos o bien versos por separados y póngale títulos) ese será un buen ejercicio

Si el sermón será expositivo (luego les explicaré los diferentes tipos de sermones pero le adelanto que el sermón expositivo es la exposición de un pasaje o historia bíblica), el tema debe hacer énfasis sobre algún
asunto que contenga el pasaje bíblico que estamos tratando, debe ser la clave y la base de la historia que queremos que la congregación aplique. Por ejemplo

Ejemplo: Juan 9:25 un buen título podría ser “La confesión del ciego” poner el título “La historia del ciego”  es muy vago e inexacto para ser usado como título.

Ejemplo: Lucas 15:7 un buen título podría ser “El hambre del alma”, ¿Por qué no poner “El hambre del Hijo Pródigo”? (piense un poquito y luego siga leyendo)…. Ya que pensó le respondo, a ver si coincidimos.

En el ejemplo del ciego, la palabra “confesión” podría ser una excelente base para el sermón que puede usar el predicador para llevarnos al final del sermón a confesar a Cristo. En el ejemplo de “El hambre del
Hijo Pródigo”, no nos entrega nada nuevo o interesante, todos sabemos que el Hijo Pródigo tenía hambre física, pero al decir “El hambre del alma”, podemos aplicar esto a las vidas espirituales de los hombres.

Un último ejemplo y consejo antes que pasemos al DESARROLLO DEL TEMA. El tema debe ser una expresión completa de todas las ideas del texto que desarrollaremos. Aquí unos cuantos ejemplos citados del libro que usaré como base. (El que les comenté al comienzo de este mensaje)

1) Sintéticos:

«La dádiva de Dios a nosotros y la nuestra la El» : Tito 2:14.
«El tentado pecador y el tentado Salvador» : Hebreos 2:18.

2) De frases escriturales:
«Las fuentes de salud»: Isaías 12:3.
«Traerá el hombre provecho a Dios»: Job 22:2.
«¿A quién iremos?»: Juan 6:58.

3) Paradójicos:
«Deberes que resultan privilegios»: Salmo 119:54.
«Religión sin hacer la voluntad de Dios»: Mateo 7:21.
«La eficacia de virtudes pasivas»: Apocalipsis 1:9.
«Luz el resultado de la vida»: Juan 1:4.
«El gozo de la abnegación»: 2.° Crónicas. 29:27.
«Maravilla en sitio peligroso»: Lucas 8:25.
«Lo incomprensible en el testimonio cristiano»; Hechos 4:20.

Aquí viene una tarea que les ayudará y tal vez puedan tener el próximo mensaje para el domingo J: Lea todos los textos que puse como ejemplo y reconsidérelos con los títulos que tienen. Aunque no le doy el tema de cada uno de ellos, le aseguro que verá cómo el tema le despierta ideas para cada texto. (es un regalito por seguir las lecciones).

VII.        EL DESARROLLO DEL TEMA

¿Ya ha ensayado todo lo anterior?, es decir, que ¿Ya tiene el asunto, ya tiene el objetivo, ya ha desarrollado en una frase el tema, y además le puso título?.

Bueno, vamos entonces a adentrarnos a responder una nueva pregunta… (Ya lo sé, soy un preguntoncillo):

¿Cómo lograremos el objetivo que nos hemos propuesto?… déjeme preguntarlo de otra manera: ¿Qué cosas tiene que decir y en qué orden las debo decir?

Citaré a otro teólogo que ya respondió esta pregunta (le dije anteriormente, ¿Para qué desgastarnos si algunas cosas ya fueron inventadas no?)

Dr. Herrick Johnson en su libro El Ministro Ideal dijo: «El tratamiento del asunto significa plan, plan de algún género que agrupa todo para formar un organismo, que colocará las partes en orden hacia un
clímax, y presentará una sucesión natural y ordena da que excluya todo lo que no sea a propósito, y que haga que las diferentes líneas vayan creciendo en color, según convergen al foco ardiente, que es la
exhortación final.
Esto es esencial para la eficacia del sermón. En la misma medida que el plan sea claro, comprensivo y acumulativo, el sermón hará mayor impresión a los oyentes.»

¿Puedo citar a Spurgeon?… claro que sí, soy yo el que escribo: «Nuestros pensamientos deben ser bien ordenados según las reglas propias de la arquitectura mental. No nos es permitido que pongamos
inferencias prácticas como base, y doctrinas como piedras superiores; ni metáforas como cimiento y proposiciones encima de ellas; es decir, no debemos poner primero las verdades de mayor importancia, y por último las inferiores, a semejanza de un anticlímax, sino que los pensamientos deben subir y ascender de modo que una escalera de enseñanza conduzca a otra, que una puerta de raciocinio se comunique con otra, y que todo eleve al oyente hasta un cuarto, digámoslo así, desde cuyas ventanas se pueda ver la verdad resplandeciendo con la luz de Dios.

Al predicar, guardad un lugar a propósito para todo pensamiento respectivamente, y tened cuidado de que todo ocupe su propio lugar. Nunca dejéis que los pensamientos caigan de vuestros labios atrabancadamente, ni que se precipiten como una masa
confusa, sino hacedlos marchar como una tropa de soldados. El orden, que es la primera ley celestial, no debe ser descuidado por los embajadores del Cielo.”

Aquí es donde la mitad de ustedes dejará de leer, dejará las clases y continuará con la antigua forma de predicar porque “le ha dado resultado”… pero si usted es de los que les gusta la excelencia, continúe conmigo.


Lo que les voy a decir ahora desanima al 90% de los predicadores: “necesitamos trabajar”. Sí esto requiere por lo regular una gran cantidad de trabajo. Con alguna frecuencia un plan relampaguea en la mente como una inspiración, y el sermón se formula en pocos instantes, por lo menos en forma de bosquejo o esqueleto. Pero cuando necesita ordenar, esto es más laborioso. Y sólo después de un arduo trabajo su
bosquejo empezará a tomar forma.

Entiendo que muchas veces luchará con el caos y el desorden de sus ideas, una idea por allí otra por allá, sin conexiones. Otras ideas maravillosas pero que no tienen nada que ver con el sermón que está haciendo (las cuales hay que rehusarlas por el momento, anótelas para el próximo sermón). Pero si trabaja persistentemente y meditando a cada paso, podrá poner orden a ese caos de ideas y por fin un número considerable de las ideas que meditó serán lo suficientemente aptas para ordenar un bosquejo.

Tal vez  se sienta inclinado en alguna ocasión a renunciar al uso de un plan, por razón de la dificultad en prepararlo. Parece más sencillo seguir adelante diciendo buenas cosas, formulando argumentos y lanzando exhortaciones que no tienen mucha relación entre sí, sino que cada una engarza con la otra por la frase final, que da origen a otro párrafo con ideas totalmente diferentes. Esto puede admitirse en la
conversación, cuando nos dedicamos a “anunciar el Evangelio” a otras personas. Pero en el pulpito nunca. Los oyentes no recibirán una impresión profunda y perdurable del sermón si éste no sigue un plan mejor que un simple conjunto de buenas ideas.

Es verdad que Dios se ha servido a veces de los medios más humildes para realizar su gran obra de salvación de almas, y sermones sin orden lógico no han sido siempre sin fruto, pero tal modo de proceder no es aconsejable en modo alguno cuando puede haber un propósito y una ordenación clara del sermón. Una aglomeración de pensamientos buenos puede compararse a una turba que trata de apoderarse de cierta fortaleza; puede tener éxito en algunas ocasiones, pero no podrá obrar jamás con la eficacia de un ejército en el que cada hombre ocupa su lugar.

Si mira “el plan” en cualquier ámbito de la vida encontrará lo necesario que se hace en todo orden de cosas: Por ejemplo, un arquitecto no edificará sin tratar un plano, un ingeniero civil no lanza al azar a
sus trabajadores por las montañas sin haber ideado antes por donde pasará el camino que se propone construir. Así mismo, un predicador no debe lanzarse a trazar el camino de alcanzar almas, sin un plan.
Existen, por supuesto, excepciones a la regla, pero aún en esos casos en que tenga que “improvisar”, si usted es un siervo de Dios, preocupado, recibirá un plan rápidamente concebido y que podrá notar
que es dirigido directamente de Dios. Lo mismo y aún más certero tener un plan, o un sermón desarrollado con tiempo y oración, y mucho estudio.

Bueno, creo que con esto cerramos por esta semana… la próxima semana hablaremos de los tipos de bosquejos, partiendo por la explicación de un bosquejo gráfico. Espero que no retrasen las lecturas hasta lo último de la semana…

Recuerden: ¡¡¡EL LOGOS [La Palabra] ERA DIOS!!! (Juan 1:1).

Dios les bendiga,