Un estudio bíblico sobre Mateo 28:19
La gran comisión en Mateo 28:19: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.”
Introducción: Edificados sobre el fundamento apostólico
Efesios 2:20 nos declara: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. El cristianismo verdadero debe ser edificado sobre un fundamento claro: lo que enseñaron Jesús, los profetas y los apóstoles. Toda doctrina, práctica o interpretación debe alinearse con ese fundamento.
Uno de los temas más controvertidos en el cristianismo contemporáneo es el significado de Mateo 28:19. Algunos bautizan usando la fórmula verbal “Padre, Hijo y Espíritu Santo”, mientras que otros —como vemos a lo largo del libro de Hechos— bautizan en el nombre de Jesucristo.
¿Es esto una contradicción? ¿Desobedecieron los apóstoles? ¿O entendieron algo que hoy muchos no comprenden? Este estudio profundiza la Gran Comisión para revelar su armonía perfecta con el bautismo apostólico en el nombre de Jesús.
¿Qué es exactamente la Gran Comisión?
Cuando hablamos de la Gran Comisión, no nos referimos únicamente a un versículo famoso o a una instrucción aislada. Nos referimos al último mandato directo de Jesucristo antes de ascender al cielo, un encargo solemne que definiría el rumbo doctrinal, evangelístico y espiritual de la Iglesia del Nuevo Testamento.
Hechos 1:2 declara que Jesús “dio mandamientos por el Espíritu Santo” a los apóstoles. No fueron simples palabras finales; fueron mandamientos, instrucciones precisas impartidas bajo la guía del Espíritu Santo, lo cual les confiere un peso espiritual incomparable.
La palabra comisión significa: enviar con autoridad, delegar una misión, otorgar un mandato oficial. Jesús no dejó su obra incompleta; la colocó en manos de los apóstoles, dándoles autoridad para continuar exactamente lo que Él inició. Y cada evangelio registra este momento trascendental desde una perspectiva distinta, enriqueciendo nuestro entendimiento.
Los evangelios nos presentan la Gran Comisión como un diamante visto desde cuatro ángulos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Cada uno enfatiza una faceta diferente del mismo acontecimiento, y juntos forman una imagen completa de lo que Jesús ordenó y de cómo debía llevarse a cabo el plan de salvación en la era de la gracia.
La Gran Comisión Vista Desde los Cuatro Evangelios
A continuación, profundizaremos en cada relato para comprender no solo lo que Jesús dijo, sino cómo cada evangelista complementa el mensaje, construyendo una secuencia clara que culminará en el libro de Hechos con el cumplimiento práctico del mandato.
1. La Gran Comisión Según Mateo: “Haced discípulos… bautizándolos en el nombre”
Mateo 28:16–20 es probablemente el pasaje más citado respecto a la Gran Comisión, pero también uno de los más incomprendidos. Mateo enfoca el aspecto estructural: el proceso de hacer discípulos. Según él, convertirse en discípulo implica tres pasos fundamentales:
- Ir
- Hacer discípulos
- Bautizarlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo
- Enseñarles a obedecer todo lo que Jesús mandó
Mateo revela elementos esenciales:
- Jesús habló directamente con los once apóstoles, la autoridad espiritual y doctrinal de la Iglesia.
- Declara que toda potestad le fue entregada, lo que significa que solo Él tiene autoridad para establecer la manera correcta de salvar y formar discípulos.
- Ordena bautizar en un nombre singular, no plural, no “nombres”.
- Promete estar con ellos “hasta el fin del mundo”.
Aquí aparece un detalle crucial: Mateo no revela cuál es ese nombre. Solo afirma que existe un único nombre que representa la totalidad de la manifestación divina como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Mateo construye la estructura del encargo, pero no define la fórmula verbal del bautismo. Esto queda reservado para la revelación progresiva que se completará en los otros evangelios y será plenamente manifestada en el libro de Hechos.
2. La Gran Comisión Según Marcos: “El que creyere y fuere bautizado será salvo”
Marcos 16:14–20 introduce el elemento más directo y contundente: la salvación. Mientras Mateo se centra en el discipulado, Marcos subraya la relación vital entre fe, bautismo y salvación.
Marcos añade aspectos que Mateo no desarrolla:
- Jesús reprocha la incredulidad de los discípulos. Mateo solo dice que “algunos dudaban”, pero Marcos muestra que Jesús trató esa duda con firmeza.
- Conecta el bautismo directamente con la salvación: “El que creyere y fuere bautizado será salvo.”
- Indica que las señales seguirán a los creyentes, específicamente en Su nombre, incluyendo hablar en nuevas lenguas.
Marcos aclara que la fe verdadera produce obediencia, y la obediencia se expresa en el bautismo. Y agrega un detalle esencial: todo ocurrirá en Su nombre, preparando el camino para que en Hechos se entienda cuál es ese nombre.
3. La Gran Comisión Según Lucas: “Les abrió el entendimiento”
Lucas 24:36–49 aporta uno de los elementos más reveladores: la apertura del entendimiento. Muestra que los apóstoles no estaban listos para cumplir la comisión hasta que Jesús mismo iluminó sus mentes.
Lucas relata que Jesús:
- Se les apareció estando ellos llenos de temor.
- Les mostró sus manos y pies para confirmar Su resurrección.
- Les explicó todo lo que decía la Ley, los Profetas y los Salmos acerca de Él.
- Les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras.
- Les declaró que debía predicarse en Su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados.
- Les ordenó esperar la promesa del Espíritu Santo, que les daría poder para ejecutar la misión.
Lucas deja ver con claridad que:
- La predicación sería en el nombre de Jesús.
- El arrepentimiento y el perdón de pecados (conceptos ligados al bautismo) debían ser anunciados en Su nombre.
- La autoridad y comprensión para bautizar correctamente vendrían del Espíritu Santo.
Sin Lucas, no entenderíamos que Jesús preparó a sus discípulos intelectualmente y espiritualmente para aplicar correctamente Su mandato.
4. La Gran Comisión Según Juan: “A quienes remitiereis los pecados…”
Juan 20:19–23 presenta la escena más íntima y espiritual. Juan no repite el mandato explícito de “id”, pero sí revela el aspecto más profundo de la autoridad apostólica:
- Jesús se aparece a puertas cerradas.
- Les muestra sus manos y su costado.
- Sopla sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo”.
- Les da autoridad para remitir o retener pecados.
- Les dice que así como Él fue enviado, también ellos serían enviados.
La pregunta clave es: ¿Cómo remitirían los apóstoles los pecados? Juan no da la aplicación práctica, pero el libro de Hechos sí. Y allí encontramos la respuesta clara: los pecados se remiten a través del bautismo en el nombre de Jesús.
Pedro lo declara sin ambigüedad: “Para perdón de los pecados… bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo.” (Hechos 2:38) Juan, por lo tanto, muestra la dimensión espiritual de la autoridad apostólica; Hechos muestra su ejecución visible.
Con estas cuatro perspectivas, el cuadro queda completo:
Mateo estructura el mandamiento,
Marcos conecta fe y bautismo con salvación,
Lucas revela el nombre y la comprensión espiritual,
Juan revela la autoridad para perdonar pecados,
y Hechos muestra el cumplimiento literal del mandato.
Resumen de la Gran Comisión (unificada en los 4 evangelios)
Cuando reunimos los cuatro relatos de la Gran Comisión —Mateo, Marcos, Lucas y Juan— obtenemos una visión completa, coherente y progresiva del mandato final de Jesús a Sus apóstoles. Cada evangelio aporta un elemento complementario, y juntos forman un solo diamante con diferentes facetas. El mensaje no es contradictorio, sino acumulativo, revelando el modelo original de predicación, conversión y discipulado.
Elementos unificados de la Comisión:
1. Hacer discípulos
Desde Mateo se establece que la meta no es simplemente convertir personas, sino formar discípulos comprometidos, obedientes y transformados por la enseñanza de Cristo.
2. Predicar el evangelio a toda criatura
Marcos enfatiza la universalidad del mensaje: ningún pueblo, nación o individuo está excluido del llamado de salvación.
3. Llamar al arrepentimiento
Lucas revela que la predicación debe comenzar con el arrepentimiento, porque solo un corazón quebrantado puede recibir perdón y nueva vida.
4. Bautizar en el nombre
Mateo ordena bautizar, pero menciona un “nombre” singular; Marcos vincula el bautismo con la salvación; Lucas afirma que el perdón de pecados es proclamado en ese nombre; Juan muestra la autoridad apostólica para remitir pecados. Todo converge en una sola realidad: el bautismo debe ser administrado en el nombre de Jesús.
5. Predicar el perdón de pecados en Su nombre
Lucas subraya que el perdón no se pronuncia sobre actos mecánicos, sino sobre la autoridad del nombre de Cristo. El nombre es el depósito del poder redentor.
6. Recibir el Espíritu Santo
Tanto Lucas como Juan indican que la vida nueva no se completa sin el Espíritu Santo. La promesa del Padre es parte integral del proceso de salvación.
7. Las señales seguirían a los creyentes en Su nombre
Marcos confirma que la obra sobrenatural continuaría, no por mérito humano, sino por la autoridad del nombre de Jesús obrando en la vida de los creyentes.
Un solo plan, una sola autoridad, un solo nombre
La Gran Comisión, vista desde los cuatro evangelios, es una instrucción unificada que revela un único plan divino: llevar al mundo al arrepentimiento, al perdón, al bautismo en el nombre de Jesús y a la plenitud del Espíritu Santo; todo ello bajo la autoridad apostólica delegada por Cristo.
El Nuevo Nacimiento y la Comisión: Jesús y Nicodemo
Antes de dar la Gran Comisión, Jesús ya había enseñado a Nicodemo los elementos centrales del nuevo nacimiento. Lo que después ordenaría a los apóstoles no fue algo improvisado, sino una ampliación de lo que ya había revelado.
Juan 3:5 — Nacer del agua y del Espíritu
Jesús declara con absoluta claridad:
“El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Esta afirmación contiene en germen todo lo que después los apóstoles predicarían.
Nacer del agua → Bautismo
El acto visible que marca el inicio de la vida espiritual.
Nacer del Espíritu → Espíritu Santo
La obra invisible que transforma el corazón y lo llena con poder.
Juan 3:18 — Creer en el nombre
“El que en Él cree… porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
Aquí Jesús introduce un elemento esencial: la salvación está ligada al nombre. Creer en el nombre no es repetirlo, sino someterse a Su autoridad salvadora, lo cual incluye obedecer su enseñanza.
Todo encaja perfectamente
La conversación con Nicodemo es la base doctrinal sobre la cual se edifica la Gran Comisión. El nuevo nacimiento no es un concepto vago, sino un proceso concreto:
- Agua → Bautismo en el nombre de Jesús
- Espíritu → Bautismo del Espíritu Santo
- Nombre → Fe obediente en Jesucristo
Lo que Jesús enseñó a Nicodemo, Pedro lo predicó literalmente en Hechos 2, y la iglesia apostólica lo aplicó sin desviaciones.
Pedro Recibe las Llaves del Reino (Mateo 16:19)
En Mateo 16:19, Jesús le entrega a Pedro las “llaves del reino de los cielos”. Esto no es simbólico: es una transferencia real de autoridad espiritual.
Las llaves representan:
- autoridad para abrir el acceso a la salvación,
- autoridad para declarar la forma correcta de entrar al Reino,
- autoridad para predicar las condiciones establecidas por Cristo.
Pedro debía ser el primero en proclamar el mensaje completo del evangelio en la era del Espíritu Santo.
Pentecostés: el uso de las llaves
Cuando llega el día de Pentecostés —después de recibir el Espíritu Santo y con el entendimiento abierto por Cristo mismo— Pedro proclama el mensaje más importante de la historia de la iglesia:
“Arrepentíos; y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38)
En este único versículo convergen todas las partes de la Gran Comisión:
- El arrepentimiento (Lucas)
- El perdón de pecados en Su nombre (Lucas, Juan)
- El bautismo para salvación (Marcos)
- El bautismo en un nombre singular (Mateo)
- La promesa del Espíritu Santo (Lucas, Juan)
- La autoridad apostólica con las llaves del reino (Mateo)
Pedro no inventó el mensaje: simplemente lo puso en orden. Interpretó a Jesús tal como Jesús le enseñó que debía hacerlo.
La Controversia: ¿Por Qué Muchos Bautizan Hoy en Títulos?
Desde los primeros días de la iglesia, el nombre de Jesús ha sido el blanco del ataque espiritual. Hechos 4:17-18 revela una verdad sorprendente:
- No prohibieron predicar.
- No prohibieron sanar.
- No prohibieron enseñar.
Prohibieron usar el nombre de Jesús.
El conflicto no gira en torno al bautismo en sí, sino en torno al nombre. El enemigo siempre ha intentado borrar, ocultar o sustituir el nombre que contiene poder, autoridad y salvación.
Con el paso del tiempo, la práctica apostólica de bautizar en el nombre de Jesucristo fue reemplazada por una fórmula trinitaria basada en títulos, no en el nombre revelado.
¿Por qué?
- Por tradición eclesiástica postapostólica.
- Por interpretaciones filosóficas ajenas al texto bíblico.
- Por resistencia al nombre que deshace tinieblas.
- Porque el nombre revela la identidad de Dios manifestado en carne.
La controversia actual es parte del mismo conflicto espiritual que se ve en Hechos. El verdadero problema nunca ha sido el bautismo en agua… sino el bautismo en el nombre.
¿Cuál es el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?
Una de las preguntas más trascendentales para comprender la Gran Comisión es: ¿Cuál es el nombre al que se refiere Jesús en Mateo 28:19? Él no dijo “en los nombres”, sino en el nombre, un término singular que apunta a una identidad única.
Si Jesús ordenó bautizar en un nombre específico, entonces nuestra responsabilidad es descubrirlo en la Escritura. Para hacerlo, debemos responder tres preguntas esenciales:
- ¿Cuál es el nombre del Padre?
- ¿Cuál es el nombre del Hijo?
- ¿Cuál es el nombre del Espíritu Santo?
Lejos de ser un misterio, la Biblia lo revela con absoluta claridad.
1. El Nombre del Padre
Muchos suponen que “Padre” es un nombre propio, pero en realidad es un título relacional, no el nombre personal de Dios. El Antiguo Testamento ofrece una pista profética decisiva:
Isaías 9:6
“…y se llamará su nombre… Dios Fuerte… Padre Eterno…”
La profecía anuncia que el niño nacido, el Mesías que vendría al mundo, llevaría entre sus títulos “Padre Eterno”. Esto significa que Aquel que nacería revelaría la misma identidad eterna del Padre.
Y ¿Cuál sería el nombre de ese niño? El Evangelio lo responde:
Mateo 1:21
“…y llamarás su nombre Jesús…”
Por lo tanto, el nombre por el cual el Padre sería revelado en carne es Jesús.
Jesús mismo lo confirma:
Juan 5:43
“Yo he venido en nombre de mi Padre…”
Él no dijo: he venido con mi propio nombre o en un nombre diferente. Dijo que vino en el nombre del Padre, lo que implica que el nombre del Padre y el nombre del Hijo coinciden.
Conclusión: El nombre del Padre es Jesús.
2. El Nombre del Hijo
Sobre esto no hay controversia ni misterio. El ángel lo declaró con precisión:
Mateo 1:21
“…y llamarás su nombre JESÚS…”
Jesús es el nombre del Hijo manifestado en carne. Lo profundo aquí es que el Hijo no recibió un nombre diferente al del Padre, sino el mismo nombre que encarna la identidad divina revelada al mundo.
Conclusión: El nombre del Hijo es Jesús.
3. El Nombre del Espíritu Santo
Algunos piensan que el Espíritu tiene un nombre distinto, pero la Escritura enseña que el Espíritu Santo es el Espíritu mismo de Cristo.
1 Pedro 1:10-11
“El Espíritu de Cristo… estaba en ellos.”
También Pablo confirma:
Romanos 8:9
“…si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.”
El Espíritu Santo no es otro “ser” divino separado, sino la presencia del mismo Cristo glorificado obrando en la vida del creyente. Si el Espíritu Santo es el Espíritu de Cristo, entonces el nombre del Espíritu es Jesús.
Conclusión: El nombre del Espíritu Santo es Jesús.
Entonces, ¿Cuál es el Nombre en Mateo 28:19?
Jesús no dejó la orden en términos nebulosos. Al decir “en el nombre”, llevó a los apóstoles a una conclusión inevitable basada en toda Su enseñanza:
- El nombre del Padre → Jesús
- El nombre del Hijo → Jesús
- El nombre del Espíritu Santo → Jesús
Los títulos “Padre, Hijo y Espíritu Santo” describen oficios, roles y formas de manifestación, pero no constituyen nombres personales. El único nombre que cumple Mateo 28:19 es Jesús.
Por eso, cuando los apóstoles obedecieron esta orden, nunca repitieron la frase “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. No porque la rechazaran, sino porque entendieron lo que significaba:
Bautizar en el nombre → bautizar en el nombre de Jesús.
El Único Bautismo Bíblico
El apóstol Pablo resume este principio con una declaración tajante:
Efesios 4:5
“Un Señor, una fe, un bautismo.”
El Nuevo Testamento no presenta dos maneras de bautizar:
- una en títulos
- y otra en nombre.
Solo existe un bautismo verdadero, reconocido por la iglesia apostólica, establecido por Jesús e impartido en su nombre. Por eso todos los bautismos registrados en la Biblia se hicieron en el nombre de Jesús:
- Hechos 2:38 — Bautismo en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados.
- Hechos 8:12 — Los samaritanos creyeron y fueron bautizados en el nombre de Jesús.
- Hechos 8:16 — Aclaración explícita: “solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús”.
- Hechos 10:48 — Pedro manda bautizar a Cornelio “en el nombre del Señor”.
- Hechos 19:5 — Los discípulos de Juan son rebautizados “en el nombre del Señor Jesús”.
- Hechos 22:16 — A Pablo se le ordena: “lava tus pecados, invocando Su nombre”.
No existe ni un solo bautismo apostólico en títulos, ni un solo bautismo repitiendo las palabras de Mateo 28:19 literalmente. No existe ni una sola variación.
La iglesia del primer siglo fue totalmente unánime en la práctica bautismal: todo se hacía en el nombre de Jesús. Ese es el bautismo original, el bautismo apostólico, el bautismo bíblico, el bautismo que invoca el nombre que salva.
Las Manifestaciones de Dios: Un Solo Dios, Tres Roles
La Biblia presenta a Dios como absolutamente uno, indivisible en Su ser, pero manifestado de diversas maneras según Su propósito. Lejos de enseñar múltiples personas divinas, la Escritura revela un solo Dios que opera en diferentes funciones para relacionarse con la humanidad.
1. Padre en la creación
Dios es llamado “Padre” no porque exista una segunda persona divina llamada “Hijo”, sino porque Él es el origen, la fuente y el creador de todas las cosas. Malaquías 2:10 pregunta:
“¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?”
El título “Padre” expresa Su papel como Creador y sustentador del universo.
2. Hijo en la redención
Cuando Dios decidió salvar al hombre, no envió a “otra” persona distinta. Él mismo tomó forma humana, encarnándose en Jesús.
1 Timoteo 3:16 lo declara sin ambigüedad:
“Dios fue manifestado en carne…”
El “Hijo” no es un ser eterno coexistente con el Padre, sino Dios manifestado en carne para cumplir la redención. La humanidad de Jesús es “el Hijo”, pero Su esencia divina es el Padre mismo entrando en el mundo.
3. Espíritu Santo en la consolación
Después de ascender, Cristo no dejó a Su iglesia sola. Volvió a ellos en forma espiritual como el Espíritu Santo, no como una tercera persona, sino como el mismo Dios ahora omnipresente en la vida del creyente.
Por eso Pablo dice:
“El Señor es el Espíritu…” (2 Corintios 3:17)
Y Jesús declaró:
“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” (Juan 14:18)
El Espíritu Santo es Cristo mismo obrando en nosotros y por medio de nosotros.
Unidad absoluta: un Dios, un nombre
La identidad divina no es tripersonal, sino unicitaria:
- **Un solo Dios que crea como Padre,
- salva como Hijo,
- y habita como Espíritu Santo.**
Un solo ser, una sola esencia, una sola persona divina: Jesucristo, Dios manifestado en carne.
El Bautismo en Hechos 19
¿Qué Hacer Cuando Se Comprende la Verdad?
Hechos 19:1-5 ofrece un ejemplo valioso para toda persona sinceramente creyente que desea obedecer el mensaje original del evangelio. Pablo encuentra a discípulos devotos, bien intencionados, que habían recibido el bautismo de Juan. No eran rebeldes ni ignorantes; simplemente no tenían la revelación completa.
Cuando escuchan la verdad apostólica —el bautismo en el nombre de Jesús— su respuesta fue inmediata:
“…fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.”
Este pasaje demuestra varias verdades cruciales:
1. La sinceridad no reemplaza la obediencia
No importa cuán genuinas hayan sido las experiencias pasadas; cuando se revela la verdad bíblica, se debe responder a ella.
2. No se “rebautizaron”; se bautizaron correctamente por primera vez
El bautismo de Juan fue válido en su tiempo como preparación, pero no era el bautismo del Nuevo Pacto. El primer bautismo completamente cristiano es el bautismo en el nombre de Jesús.
3. La autoridad apostólica es normativa
Pablo no ofreció alternativas ni dijo que cualquier forma “está bien”. Les enseñó la práctica que Jesús dejó y que los apóstoles aplicaron: el bautismo en el nombre del Señor Jesús.
4. La revelación de Jesús conduce a acción inmediata
Cuando se conoce la verdad del nombre, el corazón obediente responde sin demora.
Conclusión: El Nombre Que Salva
La Escritura converge en un punto esencial: la salvación está ligada al nombre de Jesús.
1. Solo un nombre salva
Hechos 4:12 afirma con autoridad:
“No hay otro nombre bajo el cielo… en que podamos ser salvos.”
No títulos, no fórmulas, no sustitutos: solo el nombre de Jesús.
2. El bautismo en Su nombre es para perdón de pecados
Hechos 2:38 explica el propósito del bautismo:
“Bautícese cada uno… en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados.”
El perdón no está condicionado a repetir títulos, sino a invocar el nombre que tiene poder.
3. Los apóstoles cumplieron Mateo 28:19
No reinterpretaron. No desobedecieron. Cumplieron la orden exactamente al bautizar en el nombre que Mateo implica, Marcos confirma, Lucas revela y Juan glorifica: Jesús.
4. Padre, Hijo y Espíritu Santo son títulos; Jesús es el nombre
Los tres títulos describen cómo Dios obra. El nombre de Jesús revela quién es Dios.
Y solo ese nombre lleva la autoridad del cielo sobre la tierra.
Por lo tanto, la conclusión es clara y bíblica:
- Jesús mandó a bautizar en un nombre, no en títulos.
- Ese nombre, por testimonio de la Escritura, es Jesucristo.
- Y solo en Su nombre hay salvación, perdón de pecados y vida eterna.