JESÚS ES EL PADRE

Por: Jorge E. Pino Valenzuela, Pastor Evangelista Santiago de Chile, Septiembre 2011 

JESÚS ES EL PADRE, TRATADOS DOCTRINALES 

Yo y el Padre somos una sola cosa.” (Juan 10:30 N-C). “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9:6). 

“¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?” (Proverbios 30:4). 

Que radical afirmación!, pero ¿No es radical todo lo que tiene relación con Jesús?. Su afirmación de ser una misma y sola cosa con el Padre, puede “sacar ronchas” tanto como en los tiempos en que aseveró tal posición.

Isaías nos da luces proféticas respecto a la naturaleza del “niño que nacería”, y le llamó el “Padre Eterno”. Y Agur, hijo de Jaqué, profetizó respecto a “su nombre (el de Dios) y el nombre de su hijo”, aún más, nos desafió a conocerle. (También te invito a leer El Padre es el Espíritu Santo y también el artículo sobre La Unicidad de Dios)

DOS NATURALEZAS (JESÚS COMO DIOS Y COMO HOMBRE)

Jesús es el Padre, tiene dos naturalezas, Dios y hombre

Dios sin dejar de ser Dios, fue manifestado en carne. Como Jesús es Dios manifestado en carne, entonces Él es el único que tiene la naturaleza divina, pero dado su condición humana, entonces también tiene la naturaleza humana. Por eso Colosenses 2:9 dice que en el cuerpo humano de Jesús habita la plenitud (no una parte, no una de tres personas) de la Deidad. 

2 Corintios 5:19 también dice que Dios estaba en Cristo. Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Dado que Jesús es Dios manifestado en carne, Emanuel, Dios con nosotros, entonces hay que hacer una marcada diferencia entre las dos naturalezas de Jesús.

Aunque sobre este asunto se ha hablado mucho, la gran mayoría de personas han tenido mucha dificultad para entenderla, porque muchos han abordado este asunto sin seguir la luz de la Palabra de Dios, sino las doctrinas de tradición humana. 

Pese a que la postura trinitaria dice creer en las dos naturalezas de Jesús, esta difiere por completo de la posición bíblica monoteísta. La Biblia dice que la plenitud (la totalidad) de Dios habita corporalmente en Cristo, presentándolo como 100% Dios y 100% hombre.

Mientras tanto, la posición trinitaria niega esto, al decir que en Cristo habitó solamente una de tres personas divinas, por lo cual Jesús no es 100% Dios. Por más que los trinitarios escriban que creen que Jesús es «100% Dios y 100% hombre», no aceptan a Jesús como el Verdadero y Único Dios, sino que ellos lo declaran en la suposición de que el Padre es la primera persona divina y distinta de otro «Dios«, llamado «Dios el Hijo», la segunda persona en la jerarquía trinitaria. 

Al estudiar las dos naturalezas de Cristo, tenemos que tener mucho cuidado, pues aunque nosotros podemos distinguir entre la naturaleza divina y la naturaleza humana de Jesús, no podemos separarlas como lo hizo el nestorianismo. 

En Cristo, la divinidad y la humanidad se fundieron inseparablemente. Ninguna de las manifestaciones de la humanidad de Cristo, niegan o lo separan de su Deidad. Del mismo modo, ninguna de las demostraciones de su Deidad, niegan o lo separan de su humanidad.

La humanidad de Cristo no existe separadamente de la Deidad de Cristo, y la Deidad de Cristo no se reveló totalmente sin la humanidad de Cristo. Al Dios haberse manifestado en carne, entonces la naturaleza divina y la naturaleza humana se fundieron perfectamente en Cristo, y por eso el Hijo es en el Padre y el Padre es en el Hijo (Juan 14:10-11). 

En ocasiones Jesús es llamado Dios, (como lo vimos en el tratado anterior “Jesús es Dios”) y otras veces es considerado y llamado hombre. Por ejemplo, Pablo escribiéndole a los romanos y al joven Timoteo le dice: 

“Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.” (Romanos 5:15). 

“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.” (1 Timoteo 2:5). 

Es precisamente cuando la Biblia habla de la obra redentora realizada por el Cristo, cuando encontramos referencias a la humanidad de Jesús, dado que Jesucristo realizó su obra en la tierra como un completo hombre: 

“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley.” (Gálatas 4:4). 

“Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.” (Hebreos 5:7-8). 

¿Por qué el Autor y Consumador de la fe oraba? ¿Por qué el Creador de la vida oraba? Precisamente porque estaba haciéndolo desde su humanidad. Pablo nos habla de este misterio: 

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:4-8). 

Entender esto, ayudará a comprender que las alegadas referencias de los trinitarios a unos supuestos “diálogos” entre personas divinas, no es más que un reflejo de la afectación politeísta con que está contaminada la teología trinitaria. 

Los trinitarios interpretan las oraciones de Cristo como si se tratara de dos personas consultando entre sí, e intercambiando ideas, en una posición parecida a la de los dioses paganos que según sus adoradores podían consultar y convenir entre sí, dialogando e intercambiando ideas.

A lo largo y ancho del Antiguo y del Nuevo Testamento, vemos que Dios repudió el politeísmo, tal como repudia actualmente el trinitarismo, que no es más que politeísmo disfrazado. Las oraciones de Cristo no nos hablan de diálogos, ni siquiera de monólogos, sino que demuestran que la humanidad de Cristo oraba a la Deidad, tal como cualquier hombre oraría a Dios, pues Jesús en su humanidad es nuestro ejemplo completo y perfecto (Juan 13:15). Jesús como hombre debía orar, pues la Escritura dice: “Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne.” (Salmo 65:2). 

¿Cómo es posible que Dios estuviera en el cielo y en la tierra a la vez? Por favor déjeme contestarle con unas cuantas escrituras que responderán por sí solas la pregunta que planteamos: 

“Porque nada hay imposible para Dios.” (Lucas 1:37). 

«Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.” (Deuteronomio 4:39). 

“Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.” (Juan 3:13). 

“Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14:3). 

Dios no tiene limitantes. Jesucristo prometió estar donde hubiera dos o tres congregados en su nombre9, es decir, Él es el Omnipresente. Él puede hacer presencia aquí en Chile y a la vez hacer presencia en España, sin ningún problema, y esta cualidad sólo es aplicable a Dios. Los textos de Deuteronomio y de Juan, nos dan cuenta de que Jesús ESTABA en ambas partes a la vez. Tanto en el cielo (como Dios) y en la tierra (como el Hijo, o Dios manifestado en Carne). 

PERO: ¿JESUCRISTO ES EL PADRE?… MUÉSTRANOS AL PADRE Y NOS BASTA 

Muéstranos al Padre y nos basta

Ya hemos visto algunos textos, pero examinemos dos más que son cruciales para responder a esta pregunta. Una es del dialogo con sus discípulos y la otra del dialogo con aquellos que no comprendieron esta revelación, los judíos religiosos: 

El diálogo con sus discípulos (Muéstranos al padre y nos basta)

“Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.” (Juan 14:5-11). 

Hay muchas particularidades en este texto. La primera es la expresión “nadie viene al Padre”. Si aceptamos que la Palabra de Dios es inspirada y no contiene contradicciones, debemos aceptar que la palabra “viene” no correspondería en esta frase, porque si el Padre fuera una persona diferente dentro de una supuesta trinidad, Jesús debió referirse de la siguiente manera: “nadie va al Padre”, pero según seguimos leyendo el texto, Jesús estaba a punto de revelar muy directamente que la discutida frase de Juan 10:30: “Yo y el Padre una misma cosa somos”

Por lo tanto, no es que las traducciones o el escritor sagrado cometieran un error, sino más bien, es el Espíritu de Dios, inspirando la pluma de Juan para revelar la hermosa doctrina de que Dios fue manifestado en carne, o como el mismo Juan lo describiera, y Aquel Verbo (que era Dios) se hizo carne. Ir a Jesús, significa ir al Padre, porque Jesús es Dios el Padre manifestado en carne. 

La segunda declaración es: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.” Conocer a Jesucristo es conocer al Padre, pero no tan solo referente a que el reflejaba sus cualidades, porque la expresión “ahora le conocéis y le habéis visto”, es determinante en cuanto a que Jesús es el Padre que se encarnó

El mismo Dios del Antiguo Testamento, al que llamamos Padre por ser el Creador y Sustentador de todo, a “tabernaculizado” (Juan 1:14), es decir, se ha cubierto de un velo de carne y llega a ser nuestro Emanuel (Dios con nosotros). Isaías no estaba equivocado, al decir que el Niño que nacería es el “Dios Fuerte y Padre Eterno”.

Felipe dijo muéstranos al Padre y nos basta

Pero el texto continúa dándonos luz respecto a esto. Felipe, al no digerir muy bien todo lo que el Maestro le estaba diciendo, preguntó en afán de aclarar sus dudas: “muéstranos al Padre y nos basta”. Y más que un reproche, Jesús le dio luz respecto a su identidad divina: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.” 

A Felipe y a todos los que estaban presentes, se les dio una revelación que perduró en la doctrina apostólica durante las oportunidades en que se refirieron a Jesús y a su divinidad. Jesús es el Padre, aunque Felipe no lo hubiese entendido en todo el tiempo que había pasado con Cristo hasta ese momento. La pregunta sigue siendo válida hasta hoy. 

Muchos sinceros, pero equivocados seguidores de Cristo, siguen pensando en Jesús como una segunda persona, o un alguien distinto al Padre, al Dios Verdadero. Ellos saben que existe una distinción entre la humanidad y la divinidad de Jesús, pero no han entendido que Jesús en su divinidad no tiene divisiones sino que es el Dios Absoluto, Creador del cielo y de la tierra, la imagen misma de la sustancia de Dios. 

Ellos decían muéstranos al Padre y nos basta

Ellos siguen pidiendo “muéstranos al Padre”, y la respuesta sigue siendo la misma: “El que me ha visto a mí [a Jesús], ha visto al Padre”. Los cristianos unicitarios tenemos revelación en este asunto, pues creemos a las Palabras de Jesús, de que el Padre mora o “tabernaculiza” en el cuerpo del Hijo, porque Jesús es Dios mismo (el Padre mismo y nadie más) mostrándose o dándose a conocer en carne. 

El problema trinitario

De las últimas palabras de Cristo en este texto, desprendemos un problema para el trinitario. 

¿Si Jesús fuera solamente el Hijo, entonces cómo puede el Padre estar en el Hijo y a la vez el Hijo en el Padre?, ¿Cómo es que el Hijo confesó que el Padre moraba en Él y que Él era la manifestación del Padre, y no de un tal “Dios el Hijo” o un “Hijo Eterno”? La Palabra de Dios nos vuelve a señalar: 

“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad.” (Colosenses 2:8-9). 

Pablo, por medio del Espíritu Santo, proféticamente previó el error doctrinal que se iba a producir el siglo III respecto a las filosofías humanas que se mezclaron con la doctrina judeo- cristiana, y profirió que en Cristo habita TODA la plenitud (no una parte) de la divinidad. 

Así es lector. Es en Cristo donde encontramos encarnada la totalidad de la divinidad… Dios, nuestro Padre, tomó un velo de carne y se manifestó como hombre. Es a esa condición a la que llamamos el Hijo de Dios. 

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14). 

El diálogo con los judíos religiosos 

Este dialogo probablemente sea el que más representa a la disyuntiva actual de los trinitarios con la doctrina pentecostal del Nombre de Jesús. Los agentes son tan similares, que me veo tentado a decir: “cualquier semejanza con la realidad, es absolutamente a propósito” 

“Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. Entonces le dijeron: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo. Pero no entendieron que les hablaba del Padre.” (Juan 8:23-27). 

Este texto fue revelador apenas lo leí. Un grupo de personas religiosas discutiendo sobre ¡Quién es realmente Jesús! Al igual que en estos tiempos, el Señor sigue sin ser entendido realmente. Lo ha repetido a través de todo el Antiguo Testamento, y en el Nuevo Pacto sigue haciéndolo, pero el mundo religioso sigue en la ignorancia tocante al Señor Jesús… Dios manifestado en Carne, el Padre tomando forma de siervo, Jehová cumpliendo sus promesas. 

Existe una gran necesidad de saber quién es realmente Jesús. Como lo comentamos en el tratado “Jesús es Dios”, la frase “YO SOY” no es una frase al azar, sino una declaración abierta de la Deidad de Jesús. Frente a la pregunta abierta de los religiosos “¿Tú, quién eres?”, Jesús hace referencia a todas sus declaraciones anteriores, desde que empezó a declarar la Palabra de Dios, Jesús decía algo constantemente que los fariseos y saduceos no querían entender. 

La declaración es cerrada y definitiva. El verso 27 da la respuesta a todas las preguntas que los hombres religiosos hacían, y hasta el día de hoy hacen: “no entendieron que les hablaba del Padre.” 

Querido lector, si usted aún no ha aceptado esta realidad, le insto en el amor de Cristo que hoy lo haga definitivamente, entienda de una vez: ¡Jesús en su Deidad es el Padre! 

Terminaremos con una escritura más en este tratado. Isaías, el gran profeta del anunciamiento de la encarnación de Dios, nos habla del tiempo mesiánico, cuando el Cristo aparecería en la tierra y nos consuela con las siguientes palabras. Espero que el día de hoy, usted pueda reconocer su sentido, y pueda reconocer al Verdadero Dios y la Vida Eterna

“Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas; en la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos. Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará.” (Isaías 35:4-8). 

Le insto querido amigo, a buscar al Dios verdadero, no pierda tiempo. Le aseguro que si así lo decide, no se extraviará…

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