Nacer del Agua y del Espíritu: Nacer de Nuevo

¿Qué es nacer del agua y del Espíritu?

El nuevo nacimiento es uno de los pilares fundamentales de la doctrina cristiana. Jesús mismo enseñó que nadie puede ver ni entrar en el Reino de Dios a menos que nazca de nuevo, es decir, nacer del agua y del Espíritu. Esta enseñanza, dada al fariseo Nicodemo en una conversación íntima y reveladora, sigue siendo crucial para todo creyente que desea experimentar una verdadera transformación espiritual.

Pero ¿Qué significa realmente nacer de nuevo? ¿Cómo se aplica esta enseñanza en nuestra vida actual? A través de este estudio bíblico profundizaremos en el significado de este nuevo nacimiento, basado en las Escrituras. También comprenderemos cómo este proceso marca el inicio de una vida nueva en Cristo.

¿Qué es nacer del agua y del Espíritu?

En el Evangelio de Juan, capítulo 3, encontramos el conocido encuentro entre Jesús y Nicodemo, un maestro judío que vino de noche a buscar al Señor. Jesús no tardó en ir al punto central de su necesidad espiritual y le declaró:

«De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3). Estas palabras desconcertaron a Nicodemo, quien, interpretando las palabras literalmente, preguntó: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?»

Jesús entonces aclaró su afirmación con mayor profundidad: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3:5).

Aquí, el Señor revela que el nuevo nacimiento consta de dos elementos fundamentales:

  1. Nacer del agua,
  2. Nacer del Espíritu.

Ambos son indispensables para ver y entrar en el Reino de Dios. No se trata de una experiencia simbólica o meramente emocional, sino de una obra espiritual y transformadora que Dios realiza en la vida del creyente. Es el comienzo de una nueva vida, una regeneración completa del ser interior, que no puede ser alcanzada por medios humanos ni obras externas.

Nacer de nuevo, entonces, no es una opción ni una idea religiosa abstracta. Es una necesidad espiritual absoluta establecida por el mismo Jesús. Significa ser limpiado, renovado y transformado por el poder del Evangelio. Esto es a través de los medios que Dios ha establecido: el bautismo en agua en el nombre de Jesús y la recepción del Espíritu Santo.

En las siguientes secciones analizaremos en detalle qué implica cada uno de estos aspectos del nuevo nacimiento.

Hay que nacer del agua

¿Qué significa nacer del agua? ¿Cómo se relaciona con el nuevo nacimiento bíblico?

Cuando Jesús habló de nacer del agua, se estaba refiriendo al bautismo en agua, el cual fue una práctica central en la iglesia primitiva. Desde el día de Pentecostés, el bautismo fue proclamado como el medio divinamente establecido para el perdón de pecados y el comienzo de una nueva vida en Cristo.

El apóstol Pedro expresó claramente esta verdad cuando, al ver que el Espíritu Santo había descendido sobre los gentiles, dijo:

“¿Puede acaso alguno impedir el agua para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” (Hechos 10:47). En este contexto, el término agua no es simbólico ni accesorio; se refiere explícitamente al acto literal del bautismo.

Asimismo, en el día de Pentecostés, Pedro instruyó a los oyentes arrepentidos: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados…” (Hechos 2:38). Este pasaje enseña que el bautismo en el nombre de Jesús es el medio por el cual Dios perdona los pecados, haciéndolo parte esencial del nuevo nacimiento. A través del bautismo, el pecador experimenta un lavamiento espiritual que marca el inicio de una vida nueva, regenerada.

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El bautismo no es una opción sino una obediencia necesaria

El caso del apóstol Pablo confirma esta verdad. Luego de su encuentro con el Señor en el camino a Damasco, se le dijo: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16). Este mandato muestra que el bautismo no es una opción secundaria, sino una obediencia necesaria al llamado de Dios, mediante el cual los pecados son lavados y se invoca el nombre del Señor Jesús.

El lavamiento de la regeneración

El apóstol Pablo también describe este acto como el “lavamiento de la regeneración” (Tito 3:5), una expresión que alude al nuevo nacimiento a través del agua, cuando el creyente, movido por la fe y el arrepentimiento genuino, desciende a las aguas del bautismo reconociendo el poder salvador de la cruz.

El apóstol Pablo también describe el bautismo como una participación espiritual en la muerte y resurrección de Cristo. En Romanos 6:3-4 dice: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”

Esto significa que el bautismo no solo representa la limpieza del pecado, sino también una muerte al viejo hombre y un renacer espiritual. Así como Cristo salió de la tumba para vivir en gloria, el creyente sale de las aguas del bautismo para andar en una vida nueva, siendo esta la verdadera experiencia de nacer del agua, como lo enseñó Jesús.

Nacer del agua significa ser bautizado en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados. Este acto debe estar acompañado por un corazón arrepentido y una fe viva en el sacrificio redentor de Cristo. Es la puerta de entrada a la vida nueva y el primer paso del nuevo nacimiento que Jesús enseñó a Nicodemo.

Nacer del Espíritu

¿Cómo nacer de nuevo en el Espíritu? ¿Qué significa nacer de nuevo bíblicamente?

Así como nacer del agua se refiere al bautismo en agua en el nombre de Jesucristo, nacer del Espíritu hace referencia a recibir el Espíritu Santo, experiencia conocida también como el bautismo del Espíritu Santo.

El nuevo nacimiento no está completo sin esta dimensión espiritual. El Espíritu Santo no solo mora en el creyente, sino que también lo transforma, lo santifica y lo capacita para vivir una vida conforme a la voluntad de Dios. Es el sello divino de pertenencia al cuerpo de Cristo (Efesios 1:13) y la garantía de nuestra herencia espiritual.

En 1 Corintios 6:11, Pablo explica esta realidad al decir: “… ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”

En el versículo anterior se menciona el bautismo en agua («en el nombre del Señor Jesús») y el bautismo del Espíritu («por el Espíritu de nuestro Dios»), los dos aspectos del nuevo nacimiento que Jesús enseñó a Nicodemo. Ambos actos son inseparables y esenciales. No se trata de dos bautismos distintos en sentido doctrinal, sino de dos elementos de un mismo nuevo nacimiento, como lo afirma Efesios 4:5: “un Señor, una fe, un bautismo.”

El nuevo nacimiento, entonces, es una obra completa de regeneración y renovación, donde el pecador es limpiado por el agua del bautismo y vivificado por el Espíritu Santo. Sin esta obra espiritual, no se puede entrar en el Reino de Dios, porque el hombre natural no puede agradar a Dios ni entender las cosas que son del Espíritu (1 Corintios 2:14).

El que no nace del agua y del Espíritu — Conclusión

En palabras de Jesús, nacer del agua y del Espíritu no es una sugerencia ni una alternativa, sino una condición absoluta para ver y entrar en el Reino de Dios. El nuevo nacimiento no es una experiencia simbólica ni ritualista, sino una transformación espiritual profunda y genuina que comienza con el arrepentimiento, se expresa en el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo y se completa con la recepción del Espíritu Santo.

La salvación es por gracia, y no por obras humanas. Como dice Tito 3:5: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.” Aquí se destaca claramente que la regeneración (nacer de agua) y la renovación espiritual (nacer del Espíritu) son ambas parte de una misma obra de misericordia divina.

Profetizado desde al Antiguo Testamento

Esto ya había sido profetizado en el Antiguo Testamento. En Ezequiel 36:25-27, Dios dijo:
“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados… Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros… Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos.”
Este pasaje confirma que Dios limpia, transforma y habita en el creyente a través del nuevo nacimiento.

En resumen, nuestros pecados son lavados en las aguas del bautismo, y Dios pone su Espíritu dentro de nosotros cuando nacemos del Espíritu. Solo así comenzamos verdaderamente una vida nueva en Cristo, capacitados para andar en obediencia y en comunión con Dios.

Te invito a seguir profundizando en este tema. Puedes ir a la la sección: Don del Espíritu Santo y el Hablar en Lenguas. Aquí se explora cómo se manifiesta esta experiencia en la vida del creyente.

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