LA OBRA SALVADORA DE JESUCRISTO

Por: David K. Bernard

LA OBRA SALVADORA DE JESÚS 

Dios vino en carne como Jesucristo para proveer salvación para Su creación caída. La Encarnación era para el propósito de la Propiciación. El evangelio, literalmente las “buenas nuevas,” es que Jesús murió, fue sepultado, y resucitó para nuestra salvación. Disímil a toda otra religión, el Cristianismo depende de la muerte y resurrección de su fundador.

La santidad de Dios demanda que El se separe de la humanidad pecaminosa. La separación de Dios, la fuente de toda vida, significa muerte—físicamente, espiritualmente y eternamente—y entonces la santa ley de Dios requiere la muerte como la pena para los pecadores. 

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Dios escogió obligarse por el principio de muerte por el pecado. Sin el derramamiento de sangre (el dar de una vida) no puede haber remisión o libertad de esta pena y no puede haber restauración a comunión con el Dios santo (Hebreos 9:22).

La muerte de animales no es suficiente para remitir nuestros pecados (Hebreos 10:4), porque somos mucho mayor que ellos en que nosotros fuimos creados a la imagen espiritual de Dios. Tampoco puede una persona ordinaria sufrir la pena en nuestro lugar, pues cada uno merece la muerte eterna por sus propios pecados.

Para poder proveer un sustituto aceptable, Dios vino a la tierra como un hombre sin pecado—Jesucristo. Jesús era el único hombre sin pecado que jamás ha vivido, y entonces El era el único que no merecía morir y que podría ser un sustituto perfecto. 

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Su muerte llegó a ser la propiciación permanente por nuestros pecados. Dios no excusa a nuestros pecados sino que ha infligido la pena por esos pecados en el inocente hombre Cristo. Entonces la muerte de Cristo fue hecha necesaria por:

(1) la pecaminosidad de toda la humanidad, 

(2) la santidad de Dios, 

(3) la ley de Dios que requiere muerte como la pena por el pecado, y 

(4) el deseo de Dios de proveer salvación para los pecadores.

No hay salvación fuera del Señor Jesucristo. Jesus afirmó, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). (Véase Juan 8:24; Romanos 10:9-17.)

El Antiguo Testamento tipificó la muerte de Cristo por sacrificios de animales. El pueblo de Dios ofrecía sacrificios de sangre para hacer propiciación por—cubrir, perdonar, remitir, o expiar— sus pecados. 

Estos sacrificios no quitaban actualmente el pecado, pero demostraban fe en y obediencia a el plan de salvación de Dios. En la cruz, Jesús pagó la pena por los pecados de todo el tiempo, y su sacrificio está al alcance de todos en toda época que creen y obedecen a Dios (Romanos 3:25). 

La Biblia describe la muerte de Cristo de varias maneras: 

1. Redención o rescate 

(Mateo 20:28; Gálatas 3:13; I Timoteo 2:6). Redimir significa librar por pagar un precio; el rescate es el precio pagado. La sangre (vida) de Cristo era el rescate que la santa ley de Dios demandaba para redimirnos del cautiverio y la pena del pecado (I Pedro 1:18-20; Apocalipsis 5:8- 10). 

2. Propiciación 

(Romanos 3:25; I Juan 2:2). Esto significa satisfacción o aplacamiento—algo que le permite a Dios perdonar el pecado sin comprometer Su santidad y justicia. La muerte de Cristo cumplió con los requisitos justos de Dios, comprando así la remisión de pecados (Mateo 26:28; Juan 1:29). 

3. Reconciliación 

(Romanos 5:6-11; II Corintios 5:14-21). Cristo el hombre hace mediación entre Dios y los hombres (I Timoteo 2:5). Como un hombre sin pecado El quitó la barrera entre el Dios santo y los hombres pecaminosos, restaurándonos a la comunión con Dios. 

4. Sustitución 

(Isaías 53:5-6; II Corintios 5:21; I Pedro 2:24). Jesucristo tomó nuestro lugar y sufrió la pena que nosotros merecíamos por nuestros pecados. En este sentido El llego a cargar el pecado, a ser el sacrificio por nuestros pecados (I Corintios 5:7; Hebreos 9:28;10:10-17).

Después de que Cristo murió, Su cuerpo fue sepultado en la tumba y su alma descendió al Hades (el lugar de las almas que han partido) (Hechos 2:25-32). Después de tres días El resucitó con un cuerpo físico glorificado, victorioso sobre la muerte y el Hades. 

Su resurrección es esencial para nuestra salvación porque hizo efectivo a Su muerte; obtuvo Su victoria sobre la muerte (Romanos 4:25; I Corintios 15:14). Por causa de Su resurrección nosotros tenemos poder para vencer y vida nueva en Cristo además de la seguridad de la inmortalidad futura (Romanos 5:10;6:4; I Corintios 15:20-23). 

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Cuarenta días después de la resurrección, Jesús ascendió al cielo, donde es exaltado para siempre (Efesios 1:20,21; Filipenses 2:9). Durante Su vida terrenal, El dejó las prerrogativas divinas de gloria, honra, y reconocimiento y se sometió a limitaciones humanas, pero ahora no.

En el cielo, Jesucristo como Dios está abiertamente investido de todo poder, autoridad, y gloria. La Cruz era el único, final sacrificio para todo tiempo (Hebreos 10:12), y aquel sacrificio supremo provee intercesión presente por nuestros pecados y libre acceso al trono de Dios (Romanos 8:34; Hebreos 4:14-16; I Juan 2:1).

La Cruz invierte todas las consecuencias del pecado. La iglesia más que recuperará en Cristo todo lo que la raza humana perdió a causa del pecado. Los creyentes se gozan de muchas bendiciones como resultado en esta vida y recibirán la plenitud en la eternidad. 

Los beneficios de la obra de Cristo incluyen el perdón de pecados, vida nueva espiritual, poder sobre el diablo, sanidad para el cuerpo, y últimamente liberación de la creación de la maldición del pecado y vida eterna para los creyentes (Isaías 53:5; Romanos 8:19-23; Colosenses 1:14,20; Hebreos 2:14). 

La obra presente de la salvación tiene varios aspectos, que una persona recibe 

Por fe al arrepentirse, ser bautizado en el nombre de Jesús, y recibir el Espíritu Santo (I Corintios 6:11):

1. Justificación (Romanos 3:24,26). 

Justificar significa declarar, contar, o considerar como justo. Esto incluye el perdón de pecados, incluso la remoción de toda culpabilidad y castigo, y la imputación de la justicia de Cristo.

2. Regeneración , o nuevo nacimiento (Juan 3:5; Tito 3:5). 

Esto es más que una reformación; es el impartimiento de una nueva naturaleza—la naturaleza de Dios—con un cambio de deseos y poder para vivir una vida nueva. (También te invito a leer: Justificación, Regeneración, Adopción y Santificación)

3. Adopción 

(Romanos 8:14-17; Gálatas 4:1-7). El creyente es colocado en la familia espiritual de Dios y escogido como Su heredero.

4. Santificación, o separación (Hebreos 10:10). 

Al ser convertida, la persona es puesta aparte del pecado. El Espíritu Santa sigue entonces a transformarle, perfeccionarle, y hacerle santa (II Corintios 3:18; I Tesalonicenses 3:13; 5:23).

La obra propiciatoria de Cristo es la base para la salvación en toda época. La salvación siempre tiene su origen en la gracia de Dios y es apropiada por la fe obediente. 

Cristo murió por toda la raza humana (Juan 1:29; I Timoteo 2:6; I Juan 2:2). Los beneficios de Su propiciación llegan a todos los que creen en El y aplican Su obra a sus vidas (Juan 3:16; Hebreos 5:9).

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