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LOS CONSEJOS DE DAVID A SALOMÓN

Índice

SIGUIENDO EL CONSEJO SABIO

El acto de fe y obediencia de David al hacer ungir al rey salomón, le proporcionó un toque de sanidad, se levantó de su lecho de enfermo y de nuevo le interesó la promesa de Dios de que su heredero edificaría el templo. 

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Según las crónicas de la época, David realizó muchos preparativos para la edificación del templo, convocando a príncipes, capitanes y otros funcionarios a fin de impartirles consejos y animarlos a que cumplieran la voluntad divina. 

Incluso, David pudo ponerse de pie para pronunciar un discurso ante ellos (1 Crónicas 28:2). Retornó a su corazón el celo por el señor, y dejó el reino y el gobierno en buenas condiciones. Salomón no tuvo que edificar de nuevo el reino cuando se hizo cargo del poder. 

Según pruebas bíblicas y arqueológicas Salomón contaría unos trece años de edad cuando fue ungido por primera vez. Durante siete años reinó con su padre. Después, antes de morir, David hizo cosas por Salomón: convocó al pueblo para que adorara a jehová, y ungió a Salomón reypor segunda vez (1 Crónicas 29:22) Luego toma aparte a Salomón y le dio sus consejos finales en la forma de un solemne mandamiento. 

EL CONSEJO DE DAVID EN ASUNTOS ESPIRUTUALES 1 Reyes 2:1-4 

EL SECRETO DEL ÉXITO (1 Reyes 2:1.3)

David tuvo conciencia en su muerte inminente, como le ocurre a muchos en la ancianidad (1 Reyes 2:1). Es importante comprender las diversas clases de muerte mencionadas en las sagradas escrituras. 

Cuando fue creado el hombre, podría haber vivido para siempre si hubiese obedecido las instrucciones divinas. Después de la caída, sin embargo, Adán y Eva tuvieron conciencia, por primera vez, de la muerte espiritual. 

Hay varias descripciones en las sagradas escrituras sobre las personas que están muertas espiritualmente. Entre estas descripciones se hallan las siguientes: Andar en el pecado (Efesios 2:2), tener mente carnal (Romanos 8:6) y entregarse a los placeres (1 Timoteo 5:6). 

(También puedes leer: Libro de los proverbios de Salomón)

La muerte física es consecuencia del pecado de Adán y Eva (Génesis 2:17; Romanos 5:12), y se produce cuando el espíritu y el alma se separan del cuerpo. Enoc y Elías fueron los únicos desde la época de Adán, que escaparon a la muerte natural (Génesis 5:24; Hebreos 11:5; 2 Reyes 2:11). 

La muerte eterna es el destino que les espera a todos aquellos que no han aceptado a Cristo como su salvador, él único escape posible (Juan 3:16; 8:51). Se la describe como la exclusión de la presencia de Dios (2 Tesalonicenses 1:9), la segunda muerte (Apocalipsis 2:11), el castigo eterno (Mateo 25:46) y el lago de fuego (Apocalipsis 19:20). 

Aunque David sabía que se aproximaba su muerte, su interés principal no se centraba en su persona, sino en su hijo, las promesas y el reino que Dios le había dado. 

David alentaba una esperanza (Salmo 23:6; 49:15; 73:24, 25); la misma que también expresó Salomón cuando escribió diciendo: “El camino de la vida es hacia arriba al entendido, para apartarse del Seol abajo” (Proverbios 15:24). Pero David reconocía que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez” (Hebreos 9:27). 

David sabía que moriría pronto y que las responsabilidades del gobierno descansarían sobre los hombros de Salomón. El joven monarca tendría que resolver las cosas por su propia cuenta y proceder como hombre. La muerte de David sería la oportunidad que se le presentaría de trabajar para Dios y ser fuerte en el Señor. 

Otros monarcas quizás emplearon el trono como una oportunidad para promover sus propios intereses y ambiciones, pero el trono de Israel era una oportunidad para servir a Dios. David conocía el terrible castigo que había recibido Saúl por su obstinación. Salomón, a cualquier costo, debía vivir alerta para servir solamente a su Señor. Debía proponerse de todo corazón hacer la voluntad divina. 

David manifestó con claridad lo que esto significaba para Salomón. Debía andar en el camino de Jehová, es decir, según su naturaleza y atributos: ser santo, misericordioso, fiel, amoroso y bondadoso como lo es Dios. 

Para cumplir todo esto, le sería necesario prestarle atención a la palabra de Dios que había sido otorgada ya por intermedio de Moisés. Solamente podía conocer a Dios y sus caminos si cumplía con los estatutos de Dios, es decir, las leyes específicas y los mandamientos que había escrito Moisés. 

La ley de Moisés comprendía el pacto y las bendiciones de Dios a su pueblo Israel. Era la constitución de la nación. No sería suficiente una obediencia parcial. Salomón debía obedecerla en todos sus aspectos. Debía saturar su corazón y su mente de sus enseñanzas hasta que todas sus decisiones y políticas fuesen guiadas por el espíritu de aquella constitución o ley. 

Solo de esta manera se podía prosperar en todo lo que hiciera. La idea de prosperar significa proceder con tanta habilidad, comprensión y sabiduría práctica que se puede realizar bien el trabajo, alcanzar las metas y cumplir los objetivos propuestos. 

El éxito de Salomón equivaldría a la resistencia ante toda influencia que pudiese apartarlo de la palabra de Dios. Para prosperar, Salomón necesitaría valor y decisión

EL PACTO DAVÍDICO (1 Reyes 2:4)

No sería suficiente para Salomón cumplir con las formas externas de la ley. Dios había hecho con David un pacto (2 Samuel 7:12-16) que en cierto sentido era incondicional. Siempre habría un hombre para ocupar el trono. La línea genealógica de David no desaparecería jamás. 

(Puedes visitar también la sección de prédicas pentecostales escritas)

Las profecías posteriores mostraron que la línea genealógica culminaría en el David mayor, que haría eterno el trono de David (Isaías 9:6-7; 11:1-10;32:1). Sin embargo sería condicional la participación de cualquier hijo o descendiente de David en la promesa y el pacto. 

Si Salomón quería recibir en realidad las bendiciones de Dios y reclamar para sí la promesa, tendría que llevar una vida de íntima comunión con Jehová, comportándose con fidelidad de corazón; es decir, debía comprometer todo su ser con Dios. 

Existe una ilustración sobre el hierro derretido en la cual se dice que al salir de esta forma de los hornos de fundición, puede ser puesto en cualquier molde, pero pronto se enfría y endurece, y mantiene su forma obstinadamente, a pesar de los golpes del martillo. 

Esta es una ilustración que podemos aplicar especialmente a los jóvenes y a sus decisiones. Si en su vida temprana los jóvenes pudieran darse cuenta de la importancia que tiene las decisiones sabias y prudentes, podrían ahorrarse muchos remordimientos en la edad adulta y en la ancianidad. 

Dios siente preocupación por nuestras motivaciones y nuestros pensamientos interiores. Hasta en el tribunal del juicio de Cristo, nuestras motivaciones serán en realidad las que determinarán si nuestras obras recibirán recompensa o no (Lea 2 Corintios 5:10, 12, 14; 1 Corintios 13:3) 

DAVID ORDENA Y ACONSEJA QUE SE ADMINISTRE JUSTICIA  

EL JUICIO CONTRA JOAB 1 Reyes 2:5-6 

Aunque David se preocupaba de Salomón, se preocupaba más aún del reino. Era el reino de Dios y quería verlo establecido firmemente, sin obstáculos. En primer lugar previene a Salomón contra Joab. 

Hasta esta época Joab había podido mantenerse dentro de las normas de la legalidad, aunque había cometido varios crímenes injustificables. Salomón debía mantener sus ojos fijos en Joab y usar prudencia y sabiduría en su trato con él. 

Aquellos que se preocupaban más de la letra que del espíritu de la ley, tarde o temprano se excederán. Si Joab se descaminaba de nuevo, Salomón tenía la responsabilidad ante Dios y el pueblo de imponerle el castigo que merecía. 

SU FIDELIDAD A BARZILAI (1 Reyes 2:7) 

Asímismo, Salomón debía recompensar la lealtad y la fidelidad de los hijos de Barzilai, que actuaron como amigos y buenos vecinos de David durante la rebelión de Absalón (2 Samuel 17:27; 19:31). Salomón debía prestarles su apoyo con todo afecto. El reino podía prescindir de hombres como Joab, pero necesitaba la fortaleza de hombres como los hijos de Barzilai. 

Cuando David, en su lecho de muerte, recordaba las indignidades que se habían cometido con él no podía olvidarse tampoco de las bondades que se le habían demostrado, y le encargó a su hijo que las retribuyera. 

Obsérvese que las bondades de las que hemos sido objeto por parte de nuestros amigos no deben ser sepultadas en sus tumbas ni en las nuestras, sino que nuestros hijos deben devolverlas. Quizás las palabras de su padre le inspiraron a Salomón Proverbio 27:10 “No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu padre” (Matthew Henry). 

EL CASTIGO DE SIMEI 

El último mandado de David fue la orden de que Salomón castigara a Simei. Las maldiciones fuertes y repulsivas de Simei merecían la muerte, pero David las había recibido con espíritu humilde (2 Samuel 16: 5-14) 

David sabía, sin embargo, que Simei era aún desleal y digno de muerte. Salomón debía proceder con prudencia en su trato con él a fin de que no tratara de provocar una rebelión. Pero no debía seguir el ejemplo de David de perdonarle el castigo si pecaba de nuevo. 

David estaba seguro de que Simei trataría de aprovecharse del joven monarca. Por amor al reino Simei debía de ser castigado. 

SALOMÓN COMIENZA SU REINADO 

SALOMÓN AFIRMA SU REINADO 1 Reyes 2:10-12, 46 

Después de la muerte del rey David, Salomón asumió el gobierno y su reino quedó firmemente establecido. Sin embargo, esto no se logró sin problemas ni oposición. Aquello que David había previsto ocurrió. 

El interés de Salomón por el reino lo inspiró a proceder con determinación y energía a fin de mantenerlo sobre sólidos fundamentos. 

LA SEGUNDA REBELIÓN DE ADONÍAS 1 Reyes 2: 13-25 

Adonías fue el primero de los adversarios que Salomón tuvo que castigar. Aunque el rey había sido misericordioso con él, Adonías se presentó ante la madre de Salomón para que le diera por mujer a Abisag, que había sido concubina de David. 

Quizá amara a Abisag, pero sabía también que tomar por mujer a la concubina de un rey fallecido o que hubiera abdicado, significaba tanto como presentar una reclamación al trono (como Absalón lo había hecho: 2 Samuel 16:20-22) 

Las palabras de Adonías (v15) demuestran que se consideraba aún el legítimo heredero, y pensaba que Dios era injusto al poner a Salomón en el trono. 

Si Salomón le hubiera permitido a Adonías tener por esposa a Abisag, el pueblo hubiera supuesto que Salomón se había olvidado de que Dios le había dado el trono. Hubiera significado que trataba los precedentes humanos como si fuesen más importantes que la voluntad de Dios. 

EL DESTIERRO DE ABIATAR 1 Reyes 2: 26-27 

El segundo complot de Adonías le hizo comprender a Salomón que ni este personaje ni sus amigos se habían arrepentido, y que tampoco se sometían a la voluntad divina. Era necesario eliminar a Abiatar y a Joab, cómplices de Adonías en la conspiración. 

En virtud del servicio fiel que Abiatar había realizado ante el Señor y ante David, no fue ejecutado sino que fue desterrado a Anatot, a unos cuatro kilómetros al norte de Jerusalén. De esta manera, ya lo supiera Salomón o no, se cumplió la palabra de Dios relativa a la casa de Elí (1 Samuel 2:30-33). 

Dios no tenía la intención de que la línea genealógica de Elí fuese destruida. Sí se les había prohibido que ejerciesen un ministerio en el templo. Pero esto no significaba que Dios dejaría de emplearlos en alguna otra forma. El profeta Jeremías procedía de Anatot, y probablemente fuera descendiente de Abiatar (Jeremías 1:1) 

LA EJECUCIÓN DE JOAB 1 Reyes 2:28-35 

Joab, al comprender qe le había llegado el momento de morir, huyó al tabernáculo y se refugió en el santuario asiéndose de los cuernos del altar. Probablemente pensaba que obligaría a Salomón a que lo juzgara ante los ancianos, pero como asesino culpable, no tenía derecho a este juicio (leer Éxodo 21:4) 

Joan, en realidad era más digno de muerte aún por tratar de usar formas religiosas para cubrir su pecado. Se le concedió a Joab, sin embargo, lo que en aquellos días se consideraba una sepultura honrosa, al ordenarse que sus restos fuesen enterrados bajo los cimientos de su propia casa. 

EL CASTIGO DE SIMEI (1 Reyes 2:36-46) 

Simei demostró también falta de respeto por el joven monarca. Su ejecución dio fin a toda la oposición. 

En conclusión, David recordó el compromiso contraído con Betsabé de que Salomó sería rey. Aunque débil y anciano, se puso a la altura de la situación e hizo lo que era necesario para nombrar y ungir rey a Salomón. 

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