¿CÓMO INTERPRETAR LAS PARÁBOLAS?

INTERPRETACIÓN DE LAS PARÁBOLAS EN LA BIBLIA, ¿QUÉ SON?

Las Parábolas en el Antiguo Testamento

En las enseñanzas de Jesús las parábolas ocupan un lugar prominente, pero también notamos su aparición en el Antiguo Testamento, como en Isaías 5:1-8 (la parábola de la viña), Ezequiel 17:1-24 (la parábola de las águilas y la vid) y Ezequiel 24:1-14 (la parábola de la olla hirviente). 

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¿Qué son las parábolas en la Biblia?

La parábola es una historia que usa situaciones imaginarias (de la vida real) de las que por comparación, se deduce una lección moral o religiosa. Etimológicamente, el nombre parabolē corresponde al verbo paraballō, que literalmente significa poner al lado, comparar

En efecto, la parábola se caracteriza porque implica la comparación de objetos, situaciones o hechos bien conocidos –tomados de la naturaleza o de la experiencia- con objetos o hechos análogos de tipo moral desconocidos. De aquellos (la imagen) se deducen éstos (la realidad que se pretende enseñar). Imagen y realidad se encuentran en el punto de comparación, común a ambas.

Lo que son las parábolas en la Biblia

Por ejemplo, en las parábolas del tesoro escondido y de la perla, el punto de comparación podría ser la siguiente proposición: “La máxima ganancia merece el máximo sacrificio”. En la de los deudores: “ser objeto de misericordia obliga a ser misericordioso”, etc.

El uso de las parábolas era común tanto entre los griegos como entre los judíos. Sin duda, unos y otros habían descubierto su efectividad, no sólo como recurso retórico, sino como valioso auxiliar didáctico. 

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La utilización de este método facilita la comprensión de una verdad espiritual, a la par que contribuye a fijarla en la memoria, pues no es una verdad que se recibe directamente sino que se descubre mediante el proceso mental comparativo por parte del oyente; por ejemplo, David comprendió su falta cuando Natán le contó una parábola (2.S.12:1-13). Siempre en la parábola hay un elemento sorpresivo y novedoso que llama a la reflexión e inspira la decisión. Muchas parábolas se proponen entablar la discusión.

EXÉGESIS DE PARÁBOLAS: PRINCIPIOS ORIENTATIVOS

1. Determinar la verdad central en la interpretación de las parábolas

Esta es la regla notable de la interpretación de textos parabólicos. Nunca debe prescindirse de ella, a pesar de los sugestivas que puedan resultar las vías de la alegorización. No hay ningún ejemplo claro en que con una misma parábola, se quieran enseñar varias lecciones.

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No obstante, iríamos a extremos injustificados si en todos los casos negáramos significado especial a algunos de los elementos de determinadas parábolas. Jesús mismo reconoció valor simbólico en la figura del sembrador, en la semilla, en las diferentes clases de tierra, en las aves, en los pedregales y los espinos (Mt. 13:18-23). 

Sería, asimismo, difícil asegurar que al referir la parábola de los viñadores homicidas Jesús no veía a los profetas en los siervos maltratados, a sí mismo en el hijo asesinado, y a los gentiles llamados a participar en el Reino en los “otros labradores” a los que sería arrendada la viña. 

Podríamos añadir otros ejemplos, pero esto no anula la regla señalada. Tanto en la parábola del sembrador como en la de los labradores malvados había un propósito concreto, en la primera, mostrar el arraigo y desarrollo del Reino por la acción de la Palabra pese a todos los obstáculos. En la segunda, hacer patente la soberanía de Dios en su Reino frente a la rebeldía del pueblo judío. Cualquier lección que pueda derivarse de la enseñanza central ha de considerarse accesoria.

Factores para preciar la verdad central de las parábolas:

a) Contenido esencial de las parábolas

Ha de analizarse la parábola observando los protagonistas, su carácter, el progreso de la acción, su punto culminante, así como las palabras que se repiten o que presentan un especial relieve. Hágase la prueba con la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11 y ss.) y se verá hasta qué punto avanzado se consigue llegar mediante el mencionado análisis.

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b) Ocasión de las parábolas

La situación particular que motiva la parábola siempre es iluminadora. De ahí lo útil de algunas preguntas: ¿Cuándo fue referida? ¿En qué circunstancias? ¿Fue dirigida a alguien en especial?

¿A quién? ¿En qué actitud espiritual se encontraban los oyentes? En la mayoría de los casos hallamos datos orientativos. Tal sucede en las parábolas de los deudores (Mt. 18:21 y ss.), los dos hijos (Mt. 21.23- 32), la oveja y la dracma perdidas y el hijo pródigo (Lucas 15), la viuda y el juez injusto (Lucas 18:1 y ss.), etc.

c) Fondo cultural y existencial de las parábolas

Las parábolas se basan en elementos tomados de la naturaleza y de la actividad humana; pero a menudo tales elementos tenían un carácter simbólico. Por ejemplo, en la simbología hebrea, la siega era figura del fin del mundo; la de las bodas y el vino, del tiempo de la salvación; la higuera, del pueblo de Dios, etc. Si nosotros queremos captar objetivamente el significado de una parábola, hemos de situarnos en el plano cultural de quienes la escucharon.

d) Posible paralelismo con otros textos. 

Algunas parábolas tienen marcada semejanza con otras o son referidas con alguna variante por dos o más evangelistas. En ambos casos la comparación es útil, bien para confirmar bien para enriquecer su significado. 

La parábola de la oveja perdida en Lucas 15, por ejemplo, se complementa admirablemente con la de la dracma perdida, y de la comparación emergen con mayor relieve, si cabe, las tres ideas dominantes: estado de perdición, búsqueda diligente y recuperación gozosa de lo perdido. En conjunto, ambas exaltan la acción redentora de Dios a favor de los pecadores.

Y si cotejamos las dos parábolas mencionadas anteriormente con Mt. 18:11-13, advertimos que el énfasis recae sobre la superioridad del gozo en el caso de la oveja perdida que es hallada, el pastor “se regocija más por ella que por las noventa y nueve que no se han descarriado”.

El paralelismo puede extenderse provechosamente a otros textos, especialmente a parábolas o metáforas del Antiguo Testamento. La parábola de los labradores malvados nos hace pensar en el cantar de la viña de Isaías 5. No sólo los puntos de semejanza son notables; en el pasaje de Isaías encontramos la clave de la interpretación: 

“ciertamente la viña de Yahvé de los ejércitos es la casa de Israel; y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba justicia y he aquí violencia; rectitud, y he aquí alaridos”. No era difícil para los sacerdotes y los fariseos entender lo que Jesús quería significar (Mt. 21:45).

e) Observaciones hechas por Jesús mismo sobre las parábolas

En no pocas parábolas, antes o después del relato, hallamos alguna frase que determina la verdad central. Las palabras del Señor sobre el deber de perdonar “hasta setenta veces siete” (Mt. 18:21-22) nos dan claramente la clave para fijar la enseñanza capital de la parábola de los dos deudores.

La verdad medular de la parábola del banquete de bodas se desprende de la declaración de Jesús al final de la misma: “porque muchos son llamados y pocos escogidos” (Mt. 22:1- 14). Lo que se pretende enseñar es la respuesta indigna de los “muchos” al generoso convite de la salvación hecha por Dios. 

En algunos casos, las observaciones de Jesús las hallamos antes y después del cuerpo de la parábola, lo que duplica la ayuda exegética.

Véase como ejemplo la parábola de la oveja perdida en Mateo 18.12,13. Las declaraciones que la enmarcan no pueden ser más iluminadoras: “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido” y “así no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños” (vv. 11 y 14).

En la parábola del mayordomo infiel (Lucas 16:1-15), el relato habla de un hombre situado ante una crisis que puede llevarle a la ruina. Comprendiendo la gravedad de su situación, se pone a reflexionar y descubre un medio drástico para salir del apuro. 

Los oyentes son invitados a admitir que ese hombre, a pesar de ser un canalla, actuó de una manera sagaz según el proceder de este siglo, lo que lo llevó a salir de esa crisis temporal, pero esa actuación nunca le permitiría entrar en las moradas eternas

Una de las posturas más aceptadas, es que el versículo 9 que dice: “y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando estas os falten, os reciban en las moradas eternas”, es una ironía utilizada por el Señor Jesús para llamar a la reflexión a los avaros que estaban allí presentes. Es como cuando el hijo se porta mal y el padre le dice: «sigue portándote mal y verás cómo te va de bien». Jesús los instó a actuar con prontitud para salir de la peor de las crisis, que es el pecado.

2. Comparar la verdad contenida en la parábola con la enseñanza global del Nuevo Testamento. 

Una interpretación que discrepe del tenor general de la Escritura o de cualquiera de sus doctrinas fundamentales debe ser rechazada. Este principio básico de la hermenéutica general merece la máxima atención en la interpretación del tipo de textos que nos ocupa. Descuidar su aplicación es exponernos a errores. 

Si de la parábola del hijo pródigo, por ejemplo, dedujéramos como verdad central que lo único necesario para la salvación del hombre perdido es la confianza en el amor perdonador de Dios, sin necesidad de expiación, incurriríamos en contradicción respecto a uno de los postulados básicos de la teología bíblica (véase una síntesis tajante de ese postulado en Hebreos 9:22, entre muchos otros textos que podríamos citar).

Como norma general puede decirse que, aunque algunas parábolas pueden enseñar o ilustrar una doctrina, ninguna debería ser usada para probarla o apoyarla. El desprecio de esta norma ha llevado a lo largo de la historia a afirmaciones gratuitas, carentes de soporte genuinamente bíblico. 

En todos los casos, cualquier aspecto del Reino o cualquier doctrina que parezcan hallarse contenidos en la parábola como enseñanza sustancial, antes de su reconocimiento como tal, hemos de analizarlo comparándolo con los textos fundamentales de la Escritura.

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