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EL LIBRO DE SOFONÍAS, PROFECÍA

Índice

EL PROFETA SOFONÍAS, TAMBIÉN LLAMADO EL ORADOR

El libro de Sofonías

El profeta Sofonías puede haber sido un descendiente de Ezequías (versículo 1). Fue contemporáneo de Jeremías. Profetizó en los días de Josías, rey de Judá, y poco antes de Habacuc. Sus profecías se relacionaron principalmente con el castigo de Dios a varias naciones que habían maltratado al pueblo de Israel, y particularmente con su castigo a Judá por sus pecados, y la caída de Jerusalén. Retrató esos hechos en los términos más fríos. El fondo histórico de su profecía se encuentra en 2 Reyes 22 y 23, y 2 Crónicas 34 y 35.

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EL DÍA DE LA IRA DE JEHOVÁ (Sofonías 1)

Sofonías pronunció el castigo de Dios sobre todos los impíos, especialmente los idólatras (versículos 2-6). Los hombres, las bestias, las aves y los peces serían destruidos de la faz de la tierra, quizás mediante la guerra. Esto incluiría también a Judá y a los habitantes de Jerusalén. Él especialmente condenó a quienes idolatraban a Baal y los sacerdotes de Baal. Igualmente mencionó a quienes profesaban adorar al Señor pero adoraban también a los ídolos. Había algunos que deliberadamente habían dejado el culto al Señor, y otros, que no habían demostrado interés en buscar a El.

Josías fue el último rey bueno de Judá. Los dos reyes anteriores habían sido malvados, así como los que le siguieron hasta la caída de Jerusalén.

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Josías renovó el templo, y en su renovación ellos encontraron el libro de la ley de Moisés. El rey leyó la ley a todos los sacerdotes, profetas y al pueblo. Destruyó la idolatría y mantuvo la pascua de los hebreos. Pero después de su muerte, el pueblo volvió a todos los pecados de idolatría. Este mensaje de Sofonías pudo haber sido al principio del reino de Josías, o justo después del lapso de fe del pueblo.

Sofonías, en los versículos 7-18, profetizó del castigo de Dios sobre Judá y la caída de Jerusalén. Le dijo al pueblo de Judá que el día de la ira de Dios estaba cercano. El día del sacrificio de Jehová habla de la sangre derramada y la muerte en la toma de Jerusalén. 

En ese tiempo el castigo de Dios sobre los príncipes de Judá, el rey y los hijos del rey sería ejecutado por los ejércitos de Nabucodonosor. Su castigo también caería sobre todos los que vestían vestidos extranjeros (todos los que idolatraban ídolos sin duda alguna habían tomado el estilo de vida y la forma de vestir de los paganos). El salto en la puerta, mencionado en el versículo 9, era quizás una costumbre pagana.

Habría gran clamor cuando los babilonios entraran en la ciudad y empezaran a destruirlo todo. Los comerciantes de Mactes (bazar) se lamentaron por la destrucción de sus tiendas y mercancías. No habría escape, pues “Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal” (Sofonías 1:12).

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Sofonías indicó la inminencia del cautiverio de Judá al decirles que ellos no podrían habitar las casas que estaban construyendo, ni segar los frutos que estaban plantando. Sofonías realmente pintó un cuadro oscuro. Sería un día de ira, angustia, aprieto, alboroto, asolamiento, un día de tinieblas. Ellos ni podrían comprar su libertad con su plata y su oro.

EL DÍA DEL JUICIO CONTRA LAS NACIONES (Sofonías 2)

Sofonías imploró al pueblo para que se reuniera y buscara al Señor y Su justicia, para poder ser protegidos en el día de su ira (versículos 1-3). Siempre hubo un remanente recto de fe en Dios, y él cuidó de ellos. 

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En los versículos 4-15, Sofonías pronunció el juicio de Dios sobre un número de naciones paganas, incluyendo Asiria, de quien se dice que Nínive sería una desolación. Hemos estudiado la profecía de Nahum sobre la destrucción de Nínive por los babilonios, dirigidos por Nabucodonosor. Los babilonios se estaban movilizando contra muchas naciones en ese tiempo con el objetivo de gobernar el mundo, y Dios los utilizó para castigar a las naciones que habían sido enemigas de Israel y Judá.

EL DÍA DEL JUICIO DE JERUSALÉN (Sofonías 3)

Cuando los babilonios empezaron a invadir las naciones paganas, debió haber sido una advertencia para Judá para que regresaran a Jehová en arrepentimiento, pero ellos no obedecieron la voz de los profetas y rechazaron las lecciones del Señor.

Sofonías describió el nivel de pecado en el que había caído Judá. Sus príncipes eran como leones rugientes, y sus jueces como lobos nocturnos que mataban a sus presas y no dejaban huesos para la mañana. Sus profetas eran prevaricadores y sus sacerdotes corrompían el santuario, violentando las leyes de Dios. 

Dios continuó advirtiéndolos a través de sus profetas y castigando a sus enemigos, esperando que se arrepintieran, para no tener que destruirlos. Pero ellos continuaron corrompiéndose hasta que no hubo ya remedio (versículos 1-7). Véase 2 Crónicas 36:15-21.

Después que Dios le dio a Sofonías su mensaje del juicio contra las naciones Israel y Judá, él, quien conoce el futuro desde el principio (Isaías 46:9, 10), dio su mensaje de esperanza al mundo. Previó el tiempo del fin cuando todo el mundo, buenos y malos, reciban su justo merecido. El pidió al pueblo de Israel que esperara hasta que él hubiera castigado a las naciones por su rechazo al Redentor (versículo 8). Este versículo se refiere al juicio de Dios sobre las naciones pecadoras bajo el liderato del anticristo en la batalla de Armagedón (Zacarías 12:1-10; 14:1-9; Apocalipsis 19:11-21). 

Cuando Jesús vino a hacer que fuera posible la redención de todos los hombres, miles de judíos creyeron en él y fueron llenos con Su Espíritu, después del derramamiento del Espíritu Santoel día de Pentecostés. 

La mayoría de las primeras iglesias eran israelitas, pero Israel, como nación, rechazó a su Señor y Salvador. Individuos del pueblo judío lo han aceptado en cada edad desde entonces, pero como raza, han continuado rechazando a Cristo hasta el día de hoy. Sin embargo, esas profecías demuestran que Israel, como nación, aceptará al Señor cuando él los defienda en la batalla de Armagedón (Isaías 25:6-9).

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(Versículos 9-15): En aquel tiempo el Señor devolverá al pueblo pureza de labios (la verdad). Aquellos que intentaron construir la torre de Babel, fijaron el curso para un mundo de pueblos que imaginaban que podían alcanzar el cielo por sus propios trabajos y sus propios medios. Pero Jehová confundió sus lenguas para dividirlos, y ellos se fueron en todas las direcciones (Génesis 11:1-9). 

Esto ha sido el resultado de todas las obras malignas desde el principio – (Daniel 2:40-45). Sin embargo, cuando los hombres acepten la verdad de Dios y su camino, ellos encontrarán que él es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Luego ellos lo escogerán y le servirán.

Cuando Israel acepte al Señor Jesucristo, ellos serán sellados con el Espíritu Santo como lo ha sido su Iglesia (Efesios 1:12-14; 4:30). Sus pecados serán perdonados cuando reciban el don de la justicia en el Espíritu Santo (Romanos 5:17). Ellos no serán ya arrogantes por razones de ser el pueblo elegido de Dios bajo el régimen del Antiguo Testamento, sino que confiarán solamente en el nombre del Señor.

Los versículos 14-20 hablan de la gloria a la que vendrán todos los redimidos en el reino milenario de Cristo en la tierra, y en la resurrección a la vida eterna. Hemos hablado ya del reino milenario de Dios, como fue profetizado por diferentes profetas. Pero estoy seguro que con nuestras mentes finitas no podemos imaginar las glorias que esperan a los santos de Dios, quienes son fieles hasta el fin (Romanos 8:18; 2 Timoteo 4:7, 8; 1 Pedro 1:3-13). 

La esperanza de los fieles se encuentra en las palabras del salmista: “Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Salmo 73:24, 25).

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