Estudio bíblico: No erréis las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres
En este estudio bíblico exploraremos una enseñanza profunda y esencial: «No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33). Comprender este principio nos ayudará a cuidar nuestra vida espiritual, proteger nuestro testimonio y estar preparados para la resurrección prometida por Cristo.
¿Alguna vez te has detenido a pensar en la influencia que tienen las personas con las que te relacionas?. En la vida cristiana, no solo importa lo que creemos, sino también con quién compartimos nuestro tiempo y nuestro corazón. La Biblia nos advierte con claridad que la compañía que escogemos puede moldear nuestro carácter, afectar nuestras decisiones y, en última instancia, determinar nuestro destino eterno.
¿Qué significa no erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres? Explicación
Al analizar este pasaje, es fundamental recordar que 1 Corintios 15 es conocido como el capítulo de la resurrección en la Biblia. El apóstol Pablo dedica gran parte del capítulo a explicar la importancia y realidad de la resurrección de los muertos. Sin embargo, entre este vital tema, encontramos una advertencia crucial en el versículo 33: «No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.»
(También podría interesarte: El principio de la sabiduría)
A primera vista, esta advertencia puede parecer fuera de lugar, incluso desconectada del tema central de la resurrección. Sin embargo, al estudiar más profundamente, descubrimos que es un enlace vital para nuestra preparación espiritual de cara a la primera resurrección. Todos serán resucitados, pero no todos resucitarán para vida eterna; algunos resucitarán para condenación (Juan 5:29).
Este versículo nos invita a reflexionar sobre la importancia de mantenernos firmes en nuestra conducta y carácter cristiano, porque la calidad de nuestras relaciones y compañías puede afectarnos de manera decisiva.
Definiciones para entender 1 Corintios 15:33 (Explicación)
1) Conversaciones: ¿Qué significa realmente en este contexto?
En el versículo 33, la palabra «conversaciones» no se refiere a nuestras palabras o al tipo de comunicación verbal que usamos. Más bien, en el contexto original del griego, esta palabra alude a la compañía, las relaciones o el círculo social con el que uno se rodea. Por eso, se interpreta que las «malas conversaciones» son, en realidad, malas compañías o amistades perjudiciales que corrompen las buenas costumbres.
De esta manera, el versículo nos advierte que las malas compañías o amistades corrompen las buenas costumbres. No es simplemente un llamado a cuidar nuestras palabras, sino a elegir sabiamente con quién compartimos nuestra vida.
2) Costumbres: Más que tradiciones, es carácter
En cuanto a la palabra «costumbres» en este pasaje, tampoco se refiere a tradiciones o protocolos sociales específicos, sino a algo mucho más profundo. Aquí, «costumbres» significa nuestro carácter, moral, hábitos y conducta arraigada. Es la forma en que habitualmente vivimos y nos comportamos, el molde que define nuestra integridad cristiana y espiritual.
(Podría interesarte leer: La supremacía del amor)
Por lo tanto, las buenas costumbres son los hábitos y principios firmes que sostienen una vida cristiana saludable y santa.
La advertencia detrás del versículo: ¡No seamos engañados!
Antes del versículo que dice «no erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres», Pablo lanza una fuerte advertencia para no dejarse engañar por influencias negativas. Esto nos muestra la urgencia y la importancia de estar siempre en guardia y alerta. El peligro espiritual está cerca, siempre al acecho para desviarnos del camino correcto (cf. Juan 21:8; 1 Corintios 6:9; Gálatas 6:7; Efesios 5:6).
Por eso, debemos tener muy presente esta verdad fundamental: las malas compañías no solo corrompen, sino que pueden destruir nuestro carácter cristiano.
Las malas compañías corrompen y destruyen
Cuando leemos que «las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres», el apóstol Pablo nos está exponiendo una verdad básica y crucial: permitir la influencia de malas compañías puede arruinar y destruir el testimonio y la integridad espiritual que hemos cultivado.
El poder de la influencia es tremendo y constante. Por ejemplo, en la naturaleza, los animales tienden a adoptar el color y matiz del entorno en que viven. Igualmente, se ha observado que parejas casadas, después de muchos años, llegan a parecerse físicamente y a compartir hábitos y actitudes.
Estos hechos nos recuerdan que, en la vida espiritual, somos profundamente afectados por nuestro ambiente y por las personas con las que nos relacionamos diariamente. La compañía que elegimos influye en nuestro carácter, en nuestra forma de pensar y, en última instancia, en nuestra vida entera.
Cuidar su nombre y su reputación: ¡Un llamado a la vigilancia!
Ten cuidado: protege lo más valioso que posees
A lo largo de años de experiencia y disciplina espiritual, hemos aprendido que un extremo cuidado es necesario para guardar nuestro buen nombre y reputación. Estos no son bienes materiales, pero su valor es incalculable y pueden perderse con facilidad si no somos vigilantes.
1) Un buen nombre: más valioso que las riquezas
La Biblia nos enseña con sabiduría: «De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro» (Proverbios 22:1). Asimismo, el libro de Eclesiastés afirma:
«Mejor es la buena fama que el buen ungüento» (Eclesiastés 7:1).
No solo es verdad que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres, sino que también pueden dañar profundamente nuestro buen nombre, ese prestigio que nos permite ser reconocidos como personas de integridad y confianza.
2) Una reputación: frágil y fácil de perder
El apóstol nos recuerda la vulnerabilidad de nuestra reputación con esta imagen: «Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura al que es estimado como sabio y honorable» (Eclesiastés 10:1).
Una sola acción equivocada o una mala influencia pueden echar a perder la reputación construida con años de esfuerzo.
(Quizás podría interesarte: El tiempo de Dios es perfecto)
Construyendo día a día: nombre y reputación en dos ámbitos
Es importante entender que, día tras día, paso a paso, usted está formando y consolidando tanto su nombre como su reputación en dos áreas fundamentales:
- a) En la iglesia: Entre sus hermanos, ya sea en el ministerio o como miembro activo, su conducta y testimonio crean una imagen que otros reconocen y valoran.
- b) En el mundo: Fuera del círculo íntimo de la iglesia, usted también es conocido. ¿Su reputación pública refleja realmente los valores y el cristianismo que profesa?
(También puedes leer más sobre Nuestra Vida Cristiana)
Mantener el buen nombre: una responsabilidad constante
La susceptibilidad a la corrupción espiritual existe en todos. Las buenas costumbres pueden ser debilitadas tanto por influencias externas como internas. Por ello, es indispensable que tomemos medidas conscientes para preservar nuestra posición delante de Dios y de los hombres.
No basta con haber adquirido un buen nombre; es esencial mantenerlo con diligencia, integridad y sabiduría.
5 Áreas básicas de influencia
¿Dónde las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres?
Las influencias que moldean nuestra vida y carácter provienen de muchas fuentes y direcciones. Sin embargo, existen cinco áreas fundamentales que impactan decisivamente en quiénes somos y en nuestro destino espiritual. Conocerlas nos ayuda a ser más conscientes y cuidadosos con lo que permitimos en nuestra vida.
1) Lo que usted ve
No se trata solo de lo que la sociedad nos impone a diario, sino de aquello que voluntariamente elegimos contemplar. En un mundo saturado de imágenes y mensajes visuales, es vital recordar que: «Una imagen vale más que mil palabras.» Por eso, debemos seleccionar cuidadosamente lo que permitimos que nuestros ojos absorban, pues lo que vemos influye en nuestra mente y corazón.
(Te puede interesar: Características de una mujer sabia)
2) Lo que usted oye
De manera similar, no hablamos del ruido y la inmundicia que a veces nos rodea, sino de aquello que buscamos activamente, lo que disfrutamos escuchar y lo que repetimos una y otra vez. Nuestras preferencias auditivas influyen en nuestro espíritu y pensamiento.
3) Lo que usted piensa
No son esos pensamientos pasajeros e involuntarios que a veces invaden la mente, sino aquellos en los que insistimos, nos deleitamos y planificamos llevar a cabo. Los pensamientos que cultivamos con atención forman nuestro carácter y determinan nuestras acciones.
4) Lo que usted lee
La lectura es una ingestión voluntaria y deliberada de información y enseñanzas. Por ello, debemos regular cuidadosamente el material impreso o digital que elegimos consumir, ya que este tiene un profundo efecto sobre nuestro carácter y visión de la vida.
5) La compañía: el punto crucial
Aquí no hablamos de encuentros pasajeros o casuales en la escuela, trabajo o sociedad. Nos referimos a los mentores, ídolos, amigos íntimos y el círculo cercano con quienes compartimos nuestras ideas, tiempo y vida.
Esta área es decisiva, porque: «Las malas compañías o amistades corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33). Esta influencia define en gran medida quiénes somos y cómo vivimos.
(Puede que te interese: El poder de la oración, estudio bíblico)
El punto de enfoque son nuestros relacionados
Amistades, compañías, conversaciones corrompen las buenas costumbres
Una de las fuerzas más influyentes en nuestra vida es la compañía que mantenemos. No se trata de encuentros pasajeros, sino de aquellas personas con quienes nuestro espíritu y personalidad llegan a sentirse cómodos, cuya presencia disfrutamos y con quienes compartimos tiempo. La Biblia nos advierte claramente: «Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33).
Debemos entender que este círculo cercano —nuestros relacionados— influirá directa o indirectamente en todas las demás áreas de nuestra vida. Muchas veces, nuestros hábitos, decisiones y prioridades se ven moldeados o incluso alterados por quienes nos rodean.
(También puedes leer: Sin santidad nadie verá al Señor)
«El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado» (Proverbios 13:20). Este consejo inspirado proviene de un hombre sabio y experimentado, y su verdad se confirma a lo largo de toda la Escritura. Veamos algunos ejemplos:
1) La familia de Lot en Sodoma
La influencia de Sodoma dejó consecuencias trágicas en la familia de Lot (Génesis 19). Su permanencia en aquel lugar corrupto fue determinante en su final.
2) Sansón
El amor de Sansón por Dalila lo llevó a su ruina y finalmente a la muerte (Jueces 16). Una sola relación equivocada destruyó un ministerio prometedor.
3) Amnón
«Y Amnón tenía un amigo que se llamaba Jonadab» (2 Samuel 13:3). La mala influencia de este amigo lo llevó a cometer una grave transgresión y a perder la vida.
4) Salomón
«¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? […] aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras» (Nehemías 13:26). Un hombre amado por Dios y lleno de sabiduría terminó cayendo por relaciones que lo apartaron de la verdad.
(Te puede interesar: Muchas son las aflicciones de los justos)
5) Judas Iscariote
La traición de Judas pudo haberse evitado si hubiese roto sus vínculos con los enemigos de Jesús (Lucas 22:1-6). Su compañía lo encaminó hacia el acto más infame de la historia.
La realidad es que, como ovejas, tendemos a extraviarnos. Nuestra naturaleza es vulnerable y fácilmente influenciable. Si no somos vigilantes, podemos convertirnos en una más de las innumerables víctimas que fracasaron espiritualmente por haber escogido la compañía equivocada.
La advertencia bíblica sigue vigente: «Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres».
La importancia de la separación
La necesidad de apartarse del mal
Menospreciada y ridiculizada por muchos fuera de la iglesia e incluso por algunos dentro de ella, la doctrina de la separación sigue siendo un mandato bíblico inquebrantable. Algunos la tildan de restrictiva, de esclavitud espiritual o de ascetismo extremo; sin embargo, la separación es una barrera protectora establecida por Dios para preservar la santidad de su pueblo.
En el mundo natural, la cuarentena es un método antiguo y efectivo para detener la propagación de enfermedades contagiosas. En el plano espiritual, también necesitamos practicar una cuarentena autoimpuesta contra las influencias que pueden corromper nuestra fe y apartarnos de Dios.
(Puede que te interese leer: La santa cena del Señor y su significado bíblico)
Renuncias necesarias para una vida santa
¡Seamos realistas! Hay cosas a las que tendrás que decir “no”.
- Lugares a los que no deberías ir.
- Actividades que no deberías practicar.
- Personas con las que no deberías relacionarte.
La Biblia advierte claramente: «Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33). Sin la fuerza de carácter para apartarte de ciertas influencias, tarde o temprano ellas te destruirán. Israel es un ejemplo claro: no expulsaron completamente a los cananeos y, en lugar de purificarlos, fueron ellos los que corrompieron a Israel.
Separación: una decisión intencional
Todos practicamos algún tipo de separación, aunque sea mínima. El problema es que solemos evitar solo lo que consideramos “más peligroso”, mientras permitimos que otras cosas, aparentemente inofensivas, penetren en nuestras vidas y nos afecten espiritualmente.
Muchas actividades no son pecaminosas en sí mismas; el verdadero peligro radica en la compañía y en la influencia corrupta que suele acompañarlas. Por eso, la Biblia nos exhorta:
- No os unáis en yugo desigual con los incrédulos (2 Corintios 6:14–7:1).
- Aparteos del desordenado (2 Tesalonicenses 3:14–15).
- Reuníos con los que invocan al Señor con un corazón puro (Hechos 4:23).
- La amistad del mundo es enemistad contra Dios (Santiago 4:4).
Una elección que define tu destino eterno
En algún momento de tu caminar cristiano, y con la ayuda de Dios, tendrás que definir quién eres y quién quieres llegar a ser.
- ¿Con qué grupo te identificarás?
- ¿Qué reputación deseas tener?
- ¿Qué legado dejarás?
No se trata solo de tu tiempo o tu vida presente; tu destino eterno está en juego. La separación no es un capricho religioso, es una decisión que te preserva para Dios y te aparta del camino de la perdición.
Recuerde las áreas vitales de la vida
En nuestra vida hay áreas fundamentales que moldean nuestras costumbres, influyen en nuestro carácter y determinan quiénes llegamos a ser. He seleccionado cinco áreas esenciales, aunque existen otras igualmente importantes.
Áreas que afectan nuestras costumbres
En cada una de estas áreas, donde tengas el poder de elegir, debes ser extremadamente cuidadoso y selectivo. Examina cada decisión a la luz de la resurrección y de tu llamado eterno en Cristo.
1) Padres: el fundamento de los principios
Nuestros padres nos transmiten los principios elementales y fundamentales de la vida. En esta área no podemos elegir quiénes son, pero sí tenemos la obligación bíblica de obedecerles en el Señor.
El libro de Proverbios es una joya en cuanto a la relación entre padres e hijos. Y no olvidemos que los padres tienen también el deber de disciplinar y guiar a sus hijos (Efesios 6:1-4).
2) Salir con un(a) joven: el preludio del matrimonio
Por más inocente que parezca, salir con alguien es el primer paso hacia el matrimonio. La persona con la que decidas relacionarte sentimentalmente influirá profundamente en tu bienestar espiritual y en tu futura felicidad.
(Puede que te interese: Los 9 dones del Espíritu Santo)
Por eso, mi consejo es claro: los cristianos deben salir solo con verdaderos cristianos. No basta con que alguien lo profese; debe demostrarlo con su vida. Los padres pueden ser una guía, pero la responsabilidad última es tuya. Sé discriminatoriamente selectivo (1 Corintios 7:25-28; 2 Corintios 6:14-18).
3) Matrimonio: un pacto que transforma la vida
El matrimonio es la consumación del proceso de cortejo. En él haces votos solemnes a tu cónyuge, a la pureza moral y a Dios. La persona con la que te cases tendrá un impacto inmensurable en tus costumbres espirituales, tu carácter y hasta tu economía.
(Puede que te interese: Tesoros en vasos de barro)
Prométanse complementarse en cada aspecto de la vida. Ejemplos como Herodes, Salomón, Acab y Amán nos muestran cómo un cónyuge puede llevar a la ruina espiritual. Como cristianos, nuestro llamado es edificarnos mutuamente.
4) La vida social: influencia para bien o para mal
Todos tenemos algún grado de contacto con la sociedad, incluso los más introvertidos. En el trabajo, en la familia, con vecinos o amigos, podemos ser influencia para bien o para mal.
(También puedes leer: Niveles de fe)
Jesús nos llama a ser la sal de la tierra. No dejes que tus relaciones sociales te arrastren a la rebeldía y al pecado. Ama, muestra compasión y sé amable, pero mantente alerta al yugo desigual (1 Corintios 6:14–7:1).
5) La vida en la iglesia: el grupo al que eliges pertenecer
En toda congregación hay, por lo general, dos grupos:
- Los espirituales, dedicados y santos.
- Los hipócritas, tibios, y algunos pecadores no arrepentidos.
La decisión es tuya: ¿a quién vas a imitar? Esta es un área en la que tienes completa libertad y autonomía, pero también una gran responsabilidad.
(Podría interesarte: Temas para jóvenes cristianos)
Si tu estándar es bajo, siempre habrá quien lo alimente. Pero si tus ideales son altos, tendrás que subir al nivel de los grandes en la fe. Estos, como Nehemías, no bajarán a tu nivel; tú tendrás que ascender al de ellos (Nehemías 6:3). El crecimiento espiritual siempre es un ascenso, nunca una caída.
Conclusión:»No erréis las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres»
Explicación de 1 Corintios 15:33, reflexiones finales
Desde la adolescencia hasta la madurez, cada etapa de la vida nos presenta decisiones constantes sobre nuestras conversaciones, influencias y costumbres. Nadie más que usted, en lo más profundo de su corazón, puede determinar qué tipo de persona desea ser y hacia dónde dirigirá su vida.
No nos engañemos: la selección cuidadosa de amistades e influencias tiene un precio. Los principios firmes y la ética cristiana no son gratuitos; requieren renuncia, disciplina y convicciones inquebrantables. El carácter se forja en la lucha diaria, y la reputación se edifica con pequeñas decisiones fieles a lo largo del tiempo.
(Te podría interesar la sección de Evangelismo)
Por eso, le animo a que asuma su responsabilidad espiritual con determinación. Participe activamente en los programas, servicios y ministerios de su iglesia. Sea un creyente confiable, íntegro, fiel y leal. Recuerde que lo que está en juego no es solo su imagen o su bienestar presente, sino su destino eterno.
En un mundo que trivializa los valores y normaliza lo impío, permanezca alerta, cuide sus influencias y guarde su corazón. Y nunca olvide la advertencia del apóstol Pablo:
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33).