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EL EVANGELIO DE JESUCRISTO

Índice

EL EVANGELIO DE JESUCRISTO, ESTUDIO BÍBLICO

¿Qué es el Evangelio de Jesucristo?

“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado . . . Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí, Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:1, 3-4).

La palabra evangelio significa “buenas nuevas” “mensaje,” y como tal es una traducción correcta de la palabra original griega euangelion. 1 Corintios 15:1-4 nos da la definición bíblica básica del evangelio—la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesucristo.

Por supuesto, para que estos hechos históricos tengan un significado hoy, es esencial entender su importancia doctrinal. Solamente predicar los eventos históricos sin explicar su significado no comunica lo que es bueno acerca de las buenas nuevas. El significado es que por estos hechos Cristo compró la salvación y la puso a disposición de todos los que creyeren en Él. 

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Jesucristo murió por nuestros pecados, fue sepultado, y resucitó, y por medio de esto ganó la victoria sobre el pecado y la muerte y nos dio la potestad de recibir la vida eterna. W. E. Vine define el evangelio de la siguiente manera: 

“En el Nuevo Testamento el evangelio denota las buenas nuevas del Reino de Dios y de la salvación por medio de Cristo, la cual ha de ser recibida por la fe sobre la base de Su muerte expiatoria, Su sepultura, Su resurrección, y Su ascensión

Las buenas nuevas, entonces, son que la muerte, la sepultura, y la resurrección de Jesucristo traen la salvación a todos que responden por fe. Por definición la fe salvadora incluye la apropiación o la aplicación del evangelio a nuestras vidas.

Hablaremos acerca de la respuesta específica a estas preguntas: ¿Cómo apropiamos o aplicamos el evangelio a nuestras vidas? ¿Cómo respondemos u obedecemos al evangelio? ¿Cómo nos identificamos personalmente con el evangelio? Pablo dio la respuesta a estas preguntas en Romanos 6:3-5, donde explicó cómo una persona realmente se identifica con la muerte, la sepultura, y la resurrección de Cristo.

EL EVANGELIO DE JESUCRISTO: LA MUERTE

En primer lugar, debemos identificarnos con la muerte de Jesucristo. Tal como Jesucristo fue crucificado en la cruz, así nuestro “viejo hombre” debe ser crucificado y muerto. El “viejo hombre” no es la capacidad de pecar, porque esto permanece con el creyente renacido. Tampoco erradica la naturaleza carnal nuestra experiencia de muerte con Cristo, porque el cristiano sigue luchando contra su naturaleza carnal (Gálatas 5:16-17). Lo que es muerto es el dominio y el control que la naturaleza pecaminosa tiene sobre los inconversos (Romanos 6:12-14). 

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Cuando somos salvos, el dominio del pecado y de Satanás sobre nosotros es destruido. Puesto que el dominio del pecado sobre nosotros se pierde en nuestra muerte con Cristo, debemos tratar al pecado mismo como si estuviera muerto. El pecado ya no puede mandarnos ni puede dominarnos. Podemos superar las tentaciones e ignorar el poder del pecado. Aunque podemos pecar que si deseamos, no debemos someternos al pecado sino tratarlo como si ya no existiera.

Pablo explicó nuestra libertad del poder del pecado a los Romanos cuándo los recordó de lo que realmente ocurrió cuándo ellos fueron salvos: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿Cómo viviremos aún en El? . . . Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él [Cristo], para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado. . . . Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Jesucristo, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias. . . .Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros” (Romanos 6:1-2, 6-7, 11-12, 14). 

Pedro también mencionó nuestra identificación con la muerte de Jesucristo. Hablando de Cristo, escribió, “Quien llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia” (1 Pedro 2:24).

Un estudio cuidadoso revelará que tanto Pablo como Pedro hicieron referencia a una experiencia específica y un tiempo específico en que ocurrió la muerte al pecado. La redacción griega en Romanos 6:2 indica la tal especificidad. Esta especificación se ve claramente en la frase “muerto al pecado” en la RV, que se traduce “nosotros morimos al pecado” en la NVI y “nosotros que morimos al pecado” en LBA.

¿Cuándo ocurrió esta muerte al pecado? 

La muerte de un individuo al pecado, o la muerte del hombre viejo, ocurre cuando se arrepiente del pecado. Esto se ve claramente de la misma definición del arrepentimiento, que es apartarse del pecado y acercarse a Dios

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En el arrepentimiento el hombre confiesa el pecado, decide apartarse de él, lo deja, y rehúsa aceptar su dominio. Muere a los deseos del hombre viejo y decide vivir para Dios. En ese momento, la muerte de Cristo en la cruz se hace eficaz para darle el poder de romper la esclavitud del pecado en su vida.

Por supuesto, la decisión de arrepentirse no está completa en sí misma, porque trae solamente un poder limitado y temporal para apartarse del pecado. La compleción del proceso de la salvación incluye la sepultura que ocurre en el bautismo en agua de los pecados pasados y la recepción del poder para permanecernos victoriosos sobre el pecado por medio del Espíritu Santo. 

Puesto que la muerte con Cristo no erradica la naturaleza pecaminosa en nosotros, debemos seguir haciendo morir los deseos de la carne (Romanos 8:13) y debemos morir a la carne a diario (1 Corintios 15:31); sin embargo, el momento crucial— la muerte del hombre viejo—ocurre en el arrepentimiento. Aplicamos la muerte de Jesús a nuestras vidas la primera vez cuando ejercemos suficiente fe para arrepentirnos de nuestros pecados.

EL EVANGELIO DE JESUCRISTO: LA SEPULTURA

Luego nos identificamos con la sepultura de Jesucristo. De nuevo, Pablo explicó cómo esto ocurre: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Jesucristo, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo” (Romanos 6:3-4). Pablo repitió esta verdad que los cristianos son “sepultados con Él [Cristo] en el bautismo” en Colosenses 2:12. Por el bautismo en agua, entonces, nos identificamos con Cristo en el momento en que Su cuerpo estaba muerto y sepultado en la tumba.

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Esto se hace aun más obvio cuando estudiamos el bautismo en agua. El bautismo en agua es eficaz solamente después del arrepentimiento, que la inmersión es el modo bíblico, y que el nombre de Jesús es la fórmula bíblica. Puesto que el bautismo sigue al arrepentimiento, esto quiere decir que sí actualmente significa que la persona bautizada se identifica con el estado muerto de Cristo hombre. 

Puesto que el bautismo es una sumersión total, es verdaderamente una sepultura. Puesto que el bautismo se hace en el nombre de Jesús, es verdaderamente una identificación con El. Cuando uno que recibe el bautismo en agua, significa que ha muerto al pecado y está sepultando a aquel pecado. Cuando sale del bautismo, su antiguo estilo de vida y sus pecados pasados quedan sepultados y olvidados para siempre. El bautismo en agua, entonces, aplica la sepultura de Cristo a nuestras vidas.

EL EVANGELIO DE JESUCRISTO: LA RESURRECCIÓN

Pablo también explicó cómo nos identificamos con la resurrección de Cristo: “A fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con Él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Romanos 6:4-5). Algunos limitarían esto a la futura resurrección corporal y a la vida eterna, pero el enfoque está en la nueva vida en este mundo presente. Debemos notar que Pablo escribió, “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Jesucristo, Señor nuestro” (Romanos 6:11).

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El Espíritu Santo es el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9), así que cuando recibimos el Espíritu Santo, Cristo literalmente viene a vivir en nosotros. El Espíritu Santo trae a nuestras vidas el mismo poder que levantó a Jesús de los muertos (Romanos 8:11). 

Aquellos que andan en el Espíritu tienen la vida en Cristo (Romanos 8:2). La “vida nueva” en Romanos 6:4 es nada menos que “el régimen nuevo del Espíritu” en Romanos 7:6. Este “régimen nuevo del Espíritu” no es solamente una renovación del espíritu humano, pero es el Espíritu de Dios morando en nosotros. Es “la nueva manera del Espíritu” (NVI), o “el Espíritu de la vida nueva” (LBA). El Espíritu produce un nuevo nacimiento (Juan 3:5) y dará nueva vida (2 Corintios 3:6). Así que, la resurrección de Jesucristo se hace eficaz para darnos vida nueva cuando recibimos el Espíritu Santo.

Ahora vamos a analizar los mensajes de unos predicadores prominentes del Nuevo Testamento para ver si su presentación del evangelio corresponde a 1 Corintios 15 y Romanos 6.

EL MENSAJE DEL EVANGELIO DE JESUCRISTO

El evangelio de Jesucristo: El mensaje de Juan el Bautista

El ministerio de Juan era esencialmente una de preparación para la llegada futura del Mesías. Su mensaje era el arrepentimiento y el bautismo en agua para perdón de los pecados: “Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados” (Marcos 1:4). “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3:8). 

Juan también hablo del bautismo del Espíritu: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11). Entonces, podemos discernir tres elementos prominentes del mensaje de Juan que son: 

(1) arrepentirse y mostrar evidencia del arrepentimiento; 

(2) después del arrepentimiento, bautizarse en agua para señalar su arrepentimiento; 

(3) esperar al que bautizará con el Espíritu Santo y fuego.

El evangelio de Jesucristo: El mensaje de Cristo

Los cuatro Evangelios relatan tantas enseñanzas de Jesús que no podemos reproducirlas todas aquí. Sin embargo, permítanos identificar Sus enseñanzas y mandamientos básicos que se relacionan con la salvación. Tres de aquellos pasajes sobresalen debido al énfasis fuerte que Jesús mismo puso en ellos. Uno concierne a Su deidad: “Porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24). El segundo trata con Sus comentarios a los judíos: “ Os digo: No; antes sin no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3, 5). El tercero relata Sus palabras a Nicodemo: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).

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Los relatos en los Evangelios de las últimas instrucciones de Jesús a Sus discípulos antes de Su ascensión también merecen nuestra atención especial. Mateo 28:19-20 anota Sus siguientes mandamientos y promesas: 

(1) váyanse y hagan discípulos a todas las naciones; 

(2) bauticen a los que creen; 

(3) estaré con ustedes para siempre. 

Esta última declaración es una referencia a Su Espíritu que mora en nosotros (Juan 14:16-18). Marcos 16:15-18 anota estos elementos: 

(1) váyanse y prediquen el evangelio a toda criatura; 

(2) el que creyere y fuere bautizado será salvo; 

(3) muchas señales milagrosas, incluyendo el hablar en lenguas, seguirán a los creyentes. 

Esta última promesa es una referencia al poder que acompaña al bautismo del Espíritu (Hechos 1:8; 2:4). El relato de Lucas de las últimas palabras de Cristo contiene estos puntos básicos: 

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(1) son testigos de mi muerte y mi resurrección; 

(2) prediquen el arrepentimiento y el perdón de los pecados entre todas las naciones (por supuesto, el perdón de los pecados incluye el bautismo en agua [Hechos 2:38]); 

(3) esperen hasta que reciban poder de lo alto, la promesa del Padre, es decir, el bautismo del Espíritu Santo (Lucas 24:46-49; Hechos 1:4-5). 

De los Evangelios podemos hacer un resumen de los mandamientos de Jesucristo tocante a la experiencia de salvación en la siguiente manera: 

(1) creer en Su deidad; 

(2) arrepentirse

(3) nacer de agua y del Espíritu. Este último mandamiento corresponde a Su mandamiento de ser bautizados y esperar el bautismo del Espíritu Santo.

El evangelio de Jesucristo: El mensaje de Pedro

Pedro era el portavoz para los discípulos y la iglesia primitiva en muchas ocasiones. Cuando él confesó que Jesús era el Cristo y el Hijo de Dios, Jesús le dio las llaves del reino de los cielos así como el poder para atar y soltar cosas en la tierra y en los cielos (Mateo 16:19). 

Jesús les dio el poder de atar y de soltar a todos Sus discípulos (Mateo 18:18) y esto es el poder de recibir las respuestas a la oración (Mateo 18:19; Juan 14:12-14) y el poder de extender la salvación a otros, el poder que acompaña a toda predicación del evangelio.

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Sin embargo, cuando Jesús habló de las llaves del reino, estuvo haciendo referencia al poder de abrir el reino de Dios al mundo por medio de la predicación. Al darle las llaves a Pedro, Jesús reconoció que Pedro poseería el verdadero mensaje de la salvación. Por este mensaje, la gente podría entrar en el reino de Dios. Al parecer, el nombramiento específico de Pedro significaba el papel vital que Pedro jugaría al presentar el evangelio a toda clase de persona. 

En el día de Pentecostés, Pedro predicó el primer sermón de la iglesia neotestamentaria y abrió la puerta a los judíos (Hechos 2:14-40). Luego, él fue instrumento al ayudar a los samaritanos (las personas de ambos linajes judío y gentil) a recibir el Espíritu Santo por primera vez (Hechos 8:14-17). Finalmente, él fue el primero en predicar el evangelio al los gentiles (Hechos 10:34-48). Los judíos, los samaritanos y los gentiles representaban todas las razas y nacionalidades del mundo.

¿Qué mensaje usó Pedro para abrir la puerta de la iglesia neotestamentaria a los judíos, samaritanos, y gentiles? En el día de Pentecostés, él proclamó, “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Si un predicador del día de hoy tuviera la oportunidad de predicar el primer sermón a un grupo de personas, ¿Predicaría esto? Si unos pecadores compungidos de corazón le preguntaran lo que debieran hacer, ¿Contestaría de esta manera? Pedro lo hizo.

En Hechos 3:19 Pedro predicó, “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de a presencia del Señor tiempos de refrigerio.” El bautismo en agua incluye borrar los pecados (Hechos 2:38; 22:16), y “tiempos de refrigerio” se refiere a recibir el Espíritu Santo hablando en lenguas (Isaías 28:11-12).

En Hechos 10, los gentiles recibieron el Espíritu Santo mientras Pedro estuvo predicando a ellos. Luego, les mandó que fuesen bautizados en el nombre de Jesús (Hechos 10:44-48). Cuando él informó a los cristianos judíos acerca de esto, éstos se regocijaron de que Dios había concedido a los gentiles “el arrepentimiento para vida” (Hechos 11:16-18).

El evangelio de Jesucristo: El mensaje del evangelista Felipe

Felipe predicó el evangelio a los samaritanos. La Biblia simplemente dice que Felipe “predicaba a Cristo” y “el evangelio del reino de Dios, y el nombre de Jesucristo” (Hechos 8:5, 12). Sabemos que su mensaje incluyó el bautismo en agua porque cuando las personas creyeron lo que Felipe estaba predicando, fueron bautizados. Además, sabemos que la predicación acerca de Jesucristo y el reino de Dios incluye el bautismo del Espíritu porque los samaritanos buscaron este don específicamente y finalmente lo recibieron. Pedro y Juan “oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo” (Hechos 8:15-17).

El evangelio de Jesucristo: El mensaje de Ananías

Dios usó a Ananías de Damasco para predicar el evangelio a Saulo de Tarso, quien llegó a ser conocido como el Apóstol Pablo. ¿Qué es lo que Ananías le mandó hacer a Pablo? “El Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (Hechos 9:17). ”Y ahora, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16).

El evangelio de Jesucristo: El mensaje de Pablo

Pablo se adhirió al mensaje que recibió de Ananías. Cuándo se encontró con doce discípulos de Juan el Bautista y oyó que ellos eran “creyentes,” hizo dos preguntas: (1) “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hechos 19:2); (2) “¿En qué, pues, fuisteis bautizados?” (Hechos 19:3). Si un predicador del día de hoy se enfrentara con unos que profesaban ser cristianos ¿Les formularía estas dos preguntas? Pablo lo hizo. Cuando él halló que ellos no sabían que ya se había dado el Espíritu Santo y que solo se habían bautizado para arrepentimiento, los bautizó de nuevo, pero esta vez en el nombre de Jesús (Hechos 19:5). Luego puso sus manos sobre ellos y recibieron el Espíritu Santo (Hechos 19:6). 

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En varias otras de sus epístolas, Pablo recordó a sus lectores, como en Romanos 6:3-4, que habían sido salvos por medio del arrepentimiento, el bautismo en agua en el nombre de Jesús, y el bautismo del Espíritu Santo. Les dijo a los Corintios, “Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11). El describió la obra de Dios en la salvación de la siguiente manera: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5).

El evangelio de Jesucristo: El mensaje de la Epístola a los Hebreos

El Libro de Hebreos no identifica a su autor, aunque la tradición le nombra a Pablo. Hebreos 6:1-2 nombra las doctrinas básicas de la iglesia. El escritor deseaba que sus lectores fueran más allá de la infancia espiritual y que aprendieran más de estas doctrinas fundamentales: “Por tanto, dejemos las enseñanzas elementales sobre Cristo y prosigamos a la madurez, no echando otra vez el fundamento . . .” (Hebreos 6:1, NVI). En otras palabras, las doctrinas nombradas aquí son las verdades fundamentales que aun los cristianos recién nacidos deben entender. Entre las doctrinas en esta categoría son “el arrepentimiento de obras muertas,” “la fe hacia Dios,” y “bautismos” (plural).

El Libro de Hebreos también enseña que el Espíritu Santo es testigo del nuevo pacto (Hebreos 10:15-16). Unos versículos después, nos amonesta que debemos acercarnos a Dios, “purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:22) Esta es una referencia a nuestro previo arrepentimiento y nuestro bautismo en agua.

El evangelio de Jesucristo: El mensaje del Apóstol Juan

El libro primero de Juan contiene una referencia importante al mensaje de la salvación: “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es al verdad . . . Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan. El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo” (1 Juan 5:5-6, 8, 10).

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Juan identificó a tres elementos inseparables que testifican de la salvación y que concuerdan (trabajan juntos) en el único propósito de la salvación—el Espíritu, el agua, y la sangre. Los que creen en el Hijo de Dios tendrán este testigo en ellos mismos. En otras palabras, la sangre de Cristo será aplicada a la vida del verdadero creyente en el bautismo en agua y en el bautismo del Espíritu.

El Evangelio de Jesucristo en la Tipología

Puesto que estamos viviendo bajo el nuevo pacto, hemos establecido el mensaje del evangelio de pasajes del Nuevo Testamento. Sin embargo, el Antiguo Testamento es un ayo para llevarnos a Cristo (Gálatas 3:24) y contiene muchos tipos, sombras, y figuras de nuestra salvación (Colosenses 2:17; Hebreos 10:1). Permítanos mencionar brevemente algunas sombras veterotestamentarias del Evangelio del Nuevo Testamento.

(1) La liberación de los israelitas de Egipto 

Representa nuestra liberación de la esclavitud del pecado. Hallamos tres elementos importantes en su liberación: la sangre del cordero de la Pascua, el agua del Mar Rojo, y la nube de la presencia del Señor que los guiaba (Éxodo 12-14). 

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Dios usó la sangre para salvarlos de la plaga que persuadió al Faraón a soltar a los israelitas, tal como la sangre de Jesucristo nos salva. Dios usó el agua para destruir los ejércitos del Faraón pero la usó para librar a los israelitas, tal como El usa el bautismo en agua para destruir el poder del pecado al mismo tiempo que nos libra a nosotros. Dios usó la nube para representar Su presencia y su dirección, lo que el bautismo del Espíritu nos imparte a nosotros en nuestro día. Pablo enseñó esta tipología, diciendo que los israelitas “todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar” (1 Corintios 10:1-2).

(2) Dios exigió que se santificara el pueblo, lavara su ropa y prometió su presencia

 Justo antes de que Dios diese los Diez Mandamientos a Israel en el Monte Sinaí, les exigió que se santificaran (apartarse a El) y que lavaran su ropa con agua y después prometió que descendería y los visitaría (Éxodo 19:10-11). Inmediatamente después de que Dios dio la ley, Moisés ratificó el pacto rociando al pueblo con sangre y agua (Hebreos 9:18-20). El pacto antiguo se inauguró por la separación, la sangre, el agua, y la manifestación de la presencia de Dios.

(3) El Tabernáculo en el Desierto también representa nuestra salvación (Hebreos 9:8-9). 

El primer mueble en el atrio era un altar hecho de bronce y era usado para los sacrificios de los animales (Éxodo 27:1-8; 40:6). El altar era un lugar del derramamiento de sangre y de muerte. Nos habla de la muerte de Jesucristo, quien llegó a ser nuestro sacrificio supremo por el pecado, y a nuestro arrepentimiento, en el cual morimos al pecado y aplicamos la muerte de Cristo a nuestras vidas.

El siguiente mueble en el atrio era un lavadero o fuente de bronce que contenía agua (Éxodo 30:17-21; 40:7). Este era un lugar de lavarse y de hacer un examen propio de conciencia. Después que el sacerdote sacrificaba sobre el altar, se lavaba de la sangre, las cenizas y cualquier otra impureza. Esto nos habla del bautismo en agua, porque después de que nos morimos en el arrepentimiento, procedemos al bautismo en agua para lavar nuestros pecados

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Tito 3:5 habla del “lavamiento de la regeneración” o “el lavatorio de regeneración” (Conybeare). Muchos ven esto como una referencia de tipología al lavadero en el Tabernáculo. Puesto que muchos comentaristas están de acuerdo que Tito 3:5 describe el bautismo en agua (capítulo 4), podemos concluir que hay un vínculo entre el lavadero como el tipo y el bautismo como el antitipo.

El Tabernáculo mismo consistía de dos cuartos separados por un velo (Exodo 26:33-35), y ningún sacerdote podría entrar allí hasta que hubiera sacrificado en el altar y hubiera lavado en el lavadero. El primer cuarto, o el Lugar Santo, contenía un candelero de oro, una mesa para el pan de la proposición (“el pan de la presencia” NVI), y un altar de incienso (Exodo 25:23-40; 30:1-10). El candelero significa la luz de Dios en este mundo que hoy viene por Jesucristo por medio de Su pueblo (Juan 8:12; Mateo 5:14). 

El pan de la proposición significa la nutrición espiritual que encontramos en Cristo, Quien es el Pan de Vida, y en la Palabra de Dios (Juan 6:51; Lucas 4:4). El altar de incienso representa las oraciones del pueblo de Dios (Apocalipsis 5:8; 8:3). Por consiguiente, el cuarto entero enfatizaba la comunicación entre Dios y Su pueblo.

El cuarto detrás del velo, el Lugar Santísimo, contenía el arca del pacto, que a su vez contenía los Diez Mandamientos, una olla de maná, y la vara de Aarón (Éxodo 25:10-22; Hebreos 9:1-5). El arca era el testigo del acuerdo mutuo entre Dios e Israel y su contenido simbolizaba el deber de Israel a Dios, la provisión de Dios para Israel, y el poder y la autoridad delegada de Dios. 

El sumo sacerdote entraba una vez al año en el lugar santísimo para rociar sangre sobre el propiciatorio (la tapa del arca) como una expiación para los pecados de la nación (Hebreos 9:7). Este cuarto, entonces, representaba el compañerismo y la comunión más alta con Dios como era posible bajo la Ley (Éxodo 25:22).

Cuando Moisés erigió el Tabernáculo, los sacerdotes ofrecieron los sacrificios de sangre en el altar de bronce y se lavaron en lavadero, después de lo cual una nube cubrió el Tabernáculo y la gloria de Dios lo llenó (Éxodo 40:17-35). De allí en adelante, Dios mostró Su presencia y dirección permanente por medio de una nube de día y una columna de fuego de noche que descansaban sobre del Tabernáculo (Éxodo 40:36-38).

El edificio del Tabernáculo, y especialmente el Lugar Santísimo, nos hablan del bautismo del Espíritu. En nuestro día la presencia de Dios, Su dirección y la comunión con El vienen por medio del Espíritu (Romanos 8). El Espíritu es el sello, la garantía, y el testigo del nuevo pacto (Efesios 1:13-14; Hebreos 10:15-16).

(4) La consagración de los sacerdotes 

La consagración de los sacerdotes requería un sacrificio de sangre, el lavamiento con agua, y la unción con aceite (Éxodo 29:1-7). Hoy en día, ser ungido con aceite es simbólico de la unción del Espíritu. (Compare a 1 Juan 2:20, 27 con Juan 14:16-17, 26.)

(5) Dios consumía los sacrificios con fuego del cielo

 Cuando los israelitas sacrificaban un buey, una oveja, o una cabra, el sacerdote mataba al animal, rociaba su sangre en el altar, lo lavaba con agua, y después lo quemaba con fuego (Levítico 1:1-13). En el monte Carmelo Elías saturó el sacrificio de sangre con doce cántaros de agua, y Dios consumió el sacrificio con fuego del cielo (1 Reyes 18:33-39). El fuego es otro símbolo de la presencia de Dios (Hebreos 12:29), particularmente la obra del Espíritu Santo (Mateo 3:11; Hechos 2:3-4).

(6) La lepra y su curación

 Una persona que era curada de la lepra tenía que ser purificada por una ceremonia que incluía sangre, agua, y aceite antes de que pudiera unirse a la congregación (Levítico 14). Después de que el sacerdote le rociara siete veces con la sangre de un pajarillo mezclada con agua, él (el leproso sanado) se lavaba con agua, y entonces el sacerdote le aplicaba la sangre y el aceite y ofrecía los sacrificios. Antes de esto, el leproso estaba separado de cualquier contacto físico con la sociedad, inclusive su propia familia. Su existencia era una especie de muerte viva. De la misma manera, el pecador está separado de Dios y de Su pueblo; está físicamente vivo pero muerto espiritualmente hasta que la sangre, el agua, y el Espíritu le pongan en comunión espiritual con Dios y la iglesia.

(7) Ceremonia de purificación

 Bajo la ley de Moisés, una persona que llegaba a ser inmunda (lo cual representa al pecado) tenía que someterse a una ceremonia de purificación que incluía sangre, agua, y fuego (Números 19). El sacerdote mataba a una vaca roja, rociaba un poco de su sangre frente al Tabernáculo, y quemaba el sacrificio con fuego. Después de esto alguien mezclaba las cenizas con agua y aplicaba esta agua de purificación a la persona inmunda.

(8) Ceremonia de purificación para los despojos de guerra y ropa de los soldados

 Dios mandó a los israelitas que hicieran guerra contra los Madianitas porque ellos eran la causa de que muchos israelitas pecaran (Números 31:1-18). Luego, Él exigió esta ceremonia de purificación para los despojos de guerra y la ropa de los soldados: Todo tenía que ser lavado con agua y todo lo que podía pasar por fuego tenía que ser purificado con fuego (Números 31:21-24).

(9) Dios usó el agua para destruir el pecado

 En el día de Noé, Dios usó el agua para destruir el pecado en la tierra y al mismo tiempo Él salvó a Su pueblo. Pedro enseñó que esto era un tipo del bautismo (1 Pedro 3:20-21). Dios va a purificar la tierra una segunda vez antes de la creación de una nueva tierra, pero en aquella vez lo hará con fuego (2 Pedro 3:5-7). De la misma manera, somos purificados en las aguas del bautismo y por el fuego del Espíritu antes de llegar a ser nuevas criaturas en Jesucristo.

LA FE SALVADORA Y EL ELVANGELIO DE JESUCRISTO

La fe salvadora es la aceptación del evangelio de Jesús como el único medio de nuestra salvación y la apropiación de ese evangelio a nuestras vidas. Hemos aprendido que el evangelio es la muerte, la sepultura, y la resurrección de Jesucristo

Debemos aplicar el evangelio de Jesucristo a nuestras vidas

Apropiamos o aplicamos el evangelio de Jesucristo a nuestras vidas por medio del arrepentimiento (la muerte al pecado), el bautismo en agua (la sepultura), y el bautismo del Espíritu (la nueva vida en Cristo), y en esa manera nos identificamos personalmente con la obra redentora de Jesucristo. Al cumplir estos mandamientos, obedecemos el evangelio de Jesucristo. El Antiguo Testamento prefiguraba a este único mensaje y todos los predicadores del Nuevo Testamento lo proclamaban.

El evangelio de Jesucristo presenta un remedio comprensivo para cada consecuencia del pecado del hombre. Podemos decir como el Apóstol Pablo, “no me avergüenzo del evangelio de Cristo: porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).

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